miércoles, 20 de enero de 2010

Sobre una conversación posible

DANIEL: ¿Te vas por que soy impaciente?
NATALIA: No.
DANIEL:¿Te vas porque la que no tiene paciencia sos vos?
NATALIA: No quiero hablar de esto.
DANIEL: Me voy a quedar con ganas de decirte cosas si te vas a así.
NATALIA: Me voy, estoy cansada.
DANIEL: ¿Y el amor?
NATALIA: No mezcles las cosas.
DANIEL: ¿Cómo que no las mezcle?, pensé que nos amábamos.
NATALIA: Hay veces en que no es suficiente.
DANIEL: Si, cuando no se ama.
NATALIA: Yo no dije eso.
DANIEL: Deberías decirlo si te vas.
NATALIA: No creo que haga falta ser todo el tiempo honestamente cruel.
DANIEL: ¿Y esto es menos cruel? ¿Tu silencio es menos doloroso?
NATALIA: Yo no sé qué me pasa, sólo quiero irme.
DANIEL: Me voy a sentir tan solo.
NATALIA: No es cierto, vas a estar bien.
DANIEL: No es así, anda igual, yo me quedo.
NATALIA: Me estás haciendo sentir mal.
DANIEL: Vos también.
NATALIA: Bueno, pero no seas así, ya no te amo.
DANIEL: Viste que yo sabía.
NATALIA: Pero si me estaba yendo.
DANIEL: Si pero me dijiste que no sabias como te sentías y si sabias.
NATALIA: Queres discutir, eso queres.
DANIEL: Igual yo tampoco te amaba más.
NATALIA: Tu actitud es infantil.
DANIEL: No del todo, ¿No salías vos?
NATALIA: Si, eso mismo estaba por hacer.
DANIEL: No, no, no te vayas. Estela, por favor.
NATALIA: Sos insoportable.
DANIEL: Pero Estela, sabes que yo sin vos, mi cuerpo, todo en mi mente, te extraño ya mismo y todavía no te fuiste, ¿Cómo explicarte? el aire sabe rancio, tu perfume, la ausencia misma de tu piel perfumando el aire.
NATALIA: Me vale una mierda que seas poeta.
DANIEL: Eso es cruel, ahí te salio la hija de puta.
NATALIA: ¿Qué queres Daniel?
DANIEL: Estela.

(levantando la voz, enojada, impaciente)

NATALIA: Me llamo Natalia.
DANIEL: Ya no te divierte cuando jugamos.
NATALIA: Me cansé de jugar.
DANIEL: ¿Pero qué hay ahí afuera que no esté acá?
NATALIA: Nada, sólo que estoy cansada de pelear.
DANIEL: Pero el silencio no va a ser mejor.
NATALIA: ¿De qué estás hablando?
DANIEL: De cuando llegues a la casa de tus padres y te vayas a dormir y pienses en mi y me extrañes.
NATALIA: Sabes bien que lo que voy a hacer es ponerme hermosa y salir con mis amigas a bailar y tratar de cogerme al hombre más hermoso y estúpido del lugar.
DANIEL: No entiendo por qué la mujeres repiten el absurdo constantemente.
NATALIA: Vos vas a hacer lo mismo.
DANIEL: De ningún modo lograré dormir con una mujer más linda que vos en menos de un mes, eso lleva más tiempo para un hombre como yo.
NATALIA: Hay veces en que no comprendo si realmente te falta confianza.
DANIEL: Me gustaría abrazarte antes que te vayas.
NATALIA: No tiene sentido, me acercaría a vos y mientras vos me miraras, desearía besarte aunque es posible que vos no lo hagas.
DANIEL: Me condena un romanticismo exagerado.
NATALIA: Fue lo que más me gustó de vos cuando de conocí.
DANIEL: ¿Y lo que menos te gustó?
NATALIA: No sé, creo que no lo pensé en ese momento.
DANIEL: No te entiendo.
NATALIA: Digo que no me fijé en lo qué no me gustaba.
DANIEL:¿Cómo? Te diría que paso la mayor de las veces viendo lo que no me gusta de las cosas.
NATALIA: Es una lástima, una pérdida de tiempo.
DANIEL: Me pasa con la poesía, por eso me estaba quejando tanto.
NATALIA: ¿No te salían tus sonetos?
DANIEL: Para nada, les veía siempre los errores.
NATALIA: Me estoy yendo Daniel, basta de hablar por favor.
DANIEL: Cuando era chico tuve una novia que me leía los labios, me fascinaba.
NATALIA: Me voy.
DANIEL: Desconsiderada, te estoy contando algo.
NATALIA: ¿Qué tiene que ver?
DANIEL: Mirá, vos te vas y todo bien, pero al menos no me dejes con las palabras en la boca.
NATALIA: Pero si esto lo venimos charlando hace semanas, vos y yo sabemos que esto no va más, que discutimos todo el tiempo, vos no escribís, yo no soy feliz, el sexo es aburrido.
DANIEL: Me lo decís para que me duela pero no te pienses que soy iluso, la culpa también es tuya.
NATALIA: Acepto la parte que me toca.
DANIEL: Y te vas.
NATALIA: Me voy.
DANIEL: Así de simple.
NATALIA: Me voy.
DANIEL: Que triste.
NATALIA: Una desilusión.

martes, 19 de enero de 2010

Ella sueña

Por qué cuando se le pregunta en que piensa, no responde, no responde por largos segundos, mira distraída lo que está haciendo, actúa, lo nota en el gesto exagerado, en la innecesaria atención que pone a sus manos.
Antes dormían y él soñaba y ella lo despertó. Dijo su nombre, lo llamó, Ernesto, mientras aun dormía. Luego cuando él exaltado se despertó, con un gusto a temor en la boca, ella casi despierta fingió estar dormida.
La habitación es amplia, frente a la cama, la alta puerta de vidrios deja entrar la luz pálida, satelital, selénica. Busca él entonces sus ojos, busca saber si está atenta, se inclina un poco para poder observar y ella apenas se mueve y su cabello enmarañado le cubre la mirada, la oculta.
Me llamaste, le repite casi en un susurro, incapaz de saber si lo soñó, entonces ella parece levemente intranquila, finge pero es casi un destello, algo insignificante en el modo en que lleva la mano a su rostro, una tensión exagerada de los músculos, la premeditación total del acto. Sabía entonces que movería el brazo, sabia entonces que él hablaba y demora la respuesta. ¿Por qué?
Me despertaste, dice Ernesto molesto pero sin perder el gesto, la postura, casi dulce. Entre dormido, entonces, la escucha largar débilmente el aire, puede sentir incluso su relajarse, sus tibias piernas, suaves, largas, cruzarle la cintura, aferrarse a él, su mano deslizarse suavemente por entre los pelo de su pecho, su aliento espumoso, pálido, húmedo, entonces murmulla en su oído, Estaba dormida, y luego ella desparece, recostada sobre él, desaparece, duerme o simula, ya no hablara hasta mañana, no ha sido para tanto.
Entonces Ernesto tratara de descansar nuevamente. Pensará en el sueño que soñaba antes de despertar. Es difícil la tarea. Recuerda cierta sensación placentera, imagina que su malestar se debe precisamente a eso, a la interrupción de un delicioso sueño. Ahora ella respira más profundamente, debe estar dormida, ahora sí su relajación es total, su peso, marmóreo. Imposible recordar el sueño.¿Por qué pensar si realmente la ama? ?Por qué la imprecisada necesidad de estarse quieto, de no perturbar su frágil sueño?
Entonces contar los minutos, respirar despacio, pensar en los temores que nos acechan, en nuestra quietud, mientras todo lo otro sigue, incontrolable. Piensa Ernesto ¿Soy otra cosa que un desagradecido?
Y más quietud habrá hasta que por fin él se mueva, hasta que sienta dolor en la zona donde ella apoya su cuerpo, entumecidas piernas donde antes las frágiles piernas se posaron. Ella ignorará casi el acto, cobrará de inmediato una postura más o casi tan cómoda como la anterior. Luego respirara profundamente algunas veces y una agitación tenue corromperá la paz que posee. Algo la perturba, piensa Ernesto lleno de temores mientras la observa, piensa después que es a él a quien algo lo perturba, le dará la espalda, cruzará su brazo por debajo de la almohada y cerrará fuertemente los ojos hasta dormir.

sábado, 16 de enero de 2010

En busca del paraguayito escondido

Mike se fue a Norteamérica hace al menos un mes, de vacaciones, a tolerar a su familia.
Desde que se fue, con más y menos determinación, busqué infructuosamente el porro que sabía en algún lado había dejado escondido. No digo, miré un toque en sus cajones para ver si lo encontraba, digo, revise cuidadosamente cada uno de los bolsos donde guardó su ropa y no conforme, días después, saqué cada una de sus prendas y miré y rebusque en cada uno de sus bolsillos. Y sin embargo, nada.
Nada de nada y encima yo sabía que por ahí lo había escondido.
Mike es un ser humano de esos a los que les gusta coleccionar todo, como si la basura cobrara valor en sus manos y así tiene pilas y pilas del Buenos Aires Herald que nunca relee pero que sin embargo siempre guarda. Hasta tiene un cajón de manzanas donde guarda los frascos de Nescafé ya vacíos y sin limpiar. ¡Es increíble!, si uno lo piensa por un segundo, ¡usa un cajón de verduras que no es otra cosa que basura para guardar frascos vacíos y sucios que son, es obvio, también basura y así se acumulan sus cosas!
En cuanto a su ropa, tiene por lo menos 25 pantalones, y como hace ya años dejó de crecer, algunos tienen más de diez años. Así que cuatro bolsillos por pantalón, más las treinta camisas, más las camperas, más las camperitas, durante días no hice otra cosa por las madrugadas que hurgar y hurgar en busca del porrro escondido. Y sin embargo nada.
El otro día lo hablábamos con Juan, en algún lado debe estar y estando los dos manijas lo tuve que convencer de que yo ya había buscado. Hacia días ya que me había dado por vencido, días en que ya ni me molesté en seguir buscando.
Hace un rato llegué a casa con ganas de fumar. Son las seis de la mañana y vengo de tomar unos tragos con Vicky y Majo. El cielo está cerrado y parece que este sábado va a llover, soplar vientos y también volar techos. Sé que no hay posibilidades de encontrarlo y medio borracho como estoy, rasco el picachu para que largue cualquier restito pero apenas caen miguitas. Me siento un segundo frente a la compu y después, impulsado por el deseo, me levanto y camino hacia ese costado de la casa donde siempre terminan las porquerías y la basura que no tiramos. Ese, es el Reino de Mike. Maravilloso, lleno de cámaras de bicicletas, por lo menos hay ocho, maderas que levantó de la basura, alguna puerta de alacena que también trajo de la calle, sus pilas de diarios viejos, partes de bicicleta, bolsas y un cenicero lleno de filtros de fasitos bien finitos. Pobre, cuando lo veo llegar con partes de camas o troncos viejos me imagino que él no se da cuenta que en el tercer mundo nadie sale y encuentra una heladera en la basura. Sin embargo, como humano que es, fiel a sus hábitos, ha completado y repletado la casa con carreteles de cable con la promesa de hacer una mesa o el esqueleto de un placard de destino aún incierto.
El Reino de Mike siempre está desordenado pero prolijo. Lo reviso en la oscuridad sin ninguna esperanza. Agarro un bolso que creo haber revisado y en medio de la penumbra meto mis manos en los múltiples bolsillos que tiene. No puedo dejar de imaginar que en alguno voy a encontrar una cucaracha o algún pañuelo usado. Es el karma de la vida quien hace ese tipo de cosas y soy yo quien las imagina cuando hace lo que no debe. Busco y busco, parece que el bolso tiene un numero infinito de bolsillos. Seguro que es yanqui, es el tipo de cosas que sólo pueden hacerse en el primer mundo, un bolsillo con otro dentro, con un cierre y dentro de ese, uno bien chiquito con abrojo. Creo que si busco con paciencia es porque estoy borracho y sé que me da lo mismo seguir buscando que irme a sentar otra vez frente a la compu, sigo, un bolsillo más, doy vuelta el bolso, otro bolsillo, luego otro y luego, luego, apreto y ahí hay algo. Lo sé, está lo que busco.
Ahora estoy sentado en la compu pensando si tiene sentido fumarme un porro a esta hora. Como dije, son más de las seis, está a punto de llover.
No dejo de pensar que es extraño haberlo encontrado. Ya me había rendido.
Por eso siento felicidad, un tanto por poder fumarmelo, y el otro porque creo que es evidente que la vida me acaba de guiñar un ojo.
El cielo está extrañamente anaranjado, como si en vez de amanecer, atardeciera.
Estoy listo para fumarme el porro prometido.

jueves, 14 de enero de 2010

Luz

En la loca ciudad en la que vivo lo más difícil es conocer a alguien. Pensando en todos los que somos, debería ser más fácil. El resultado, sin embargo, es siempre contradictorio. Conoces a una chica en un bar, las posibilidades de que se vaya a tu casa a dormir son casi mínimas. Yo pienso, no es porque la mamá le haya dicho que eso es de putas, para mi es porque tiene miedo de que le pase algo malo. Y tiene sentido, si ni siquiera te conoce, por ahí vos sos un simpático careta y cuando llegas a tu casa, la atas y la subís a un coche para que se prostituya, en una de las peores vidas imaginadas, para que un imbecil violento pueda vivir de la esclavitud en el siglo XXI.
Y todo esto lo digo por que conocí a una chica y ya desde el vamos la cosa está complicada.
Estuve con una amiga de ella, que en realidad no es tan amiga, es decir no se llaman por teléfono para contarse secretos pero hace años que se conocen. Eso es un punto en contra y no sé si en realidad le importa tanto pero es una cuestión de modos y modales, ponele, así que mientras la besaba en la esquina la otra noche entre una lluvia ancha y espesa de verano, me dijo, tengo que hablar primero con mi amiga para seguir con esto. ¡Ay caramba! fue mi expresión más espontánea porque una gota fría me había bajado justo entre las nalgas, perdóname el exabrupto le dije, volvamos a cuando me besabas. Que no, que primero tengo que hablar con mi amiga y sus labios finitos y dulces se alejan y cerraban.
Encima, medio borracho, y medio desesperado, le confesé que era “real” que me gustara. Mientras se lo decía pensé, No, error, Para, pero nada, me escuchaba seguir hablando. Así que mientras le dejaba picando una confesión de amor sin sentido, no pude evitar pensar, pero si ni la conozco, es la primera vez que hablamos, al menos durante más de dos minutos, ¿Qué onda? ¿Qué es real? ¿Por qué le dije eso?
Ahí estaba entonces yo, entregado y absurdo, borracho hacía algunas horas, incapaz de seguir remándola, con una amiga en el medio, ignorando que un amigo ya me había dicho que le gustaba y todo por ella, a quien realmente no conozco (no hace falta que me engañe), después de estar a su lado durante tres horas, de haber compartido una larga conversación en la mesa sobre cómo imaginaba yo mi muerte y de haberle delirado la imaginación con una sarta inmensa de ocurrencias graciosas y no tanto, estaba ahí, decía, sin saber su nombre, tratando de hacerle entender que me gustaba, que era “real” que sucediera, pensando para mis adentros, ¿Significa aunque sea que tengo más ganas de dormir con ella que con cualquier otra?
Entonces antes de irme le pregunté su nombre, le pregunté si sabía el mío, le dije, mirándola a los ojos con mi mejor cara de pato acogotado, ¿sabes mi nombre?, y ella, que tal vez lo sabía, me dijo que no y me miró los ojos patucos esperando alguna confesión de tipo graciosa, pero yo, con ambas patas en la lata, no tenía mucho para argumentar, le confesé el absurdo nombre que mis padres eligieron y después le puse mi cara de disculpame. Ella me miró, quizás esperaba otra cosa, casi en la retina de sus ojos pude ver una sombra pálida de dolor y quizás, aunque sea demasiado dejar volar las ocurrencias, pude leer en ellos, Aunque sea te hubiesen puesto Miguel. Pero nada, me sobrepuse, como me sobrepongo a todo lo que puedo, con una sonrisa mueca, y haciendo gala de no importarme en absoluto nada, le pregunté su nombre como para cerrar la mano. ¡Ay su cara! Esa si que no se la esperaba. Puede tener sentido, me dije después de que me dijera que con una amiga de por medio mucho no iba a pasar, digo, tiempo después de que me despachara, caminando bajo la lluvia ancha antes descrita de un lunes de verano por la madrugada, me volví pensando, cómo le voy a preguntar su nombre después de haberle confesado el infundado amor que sus pupilas en mi incendiaban. ¡Ay! entonces de la caminata a casa, ¡Ay! de los pensamientos absurdos, irrefrenables y de las acusaciones que medio borra, como iba, me fui haciendo.
Para resumir, se llama Luz. El nombre me lo dijo mientras me miraba algo desconcertada. Luz me dijo cuando algo en sus ojos se apagaba. Después me despidió, y si bien besó otra vez mis labios, sus labios ya no me besaban.

Martina y la agilidad

Cuando Martina se ríe me hace acordar a mi hermana cuando era chiquita. No es sólo la risa, es como un gesto con la boca, apretando los dientes y levantando un poco el labio superior. Es una muequita graciosa que hace cuando se divierte mucho. Siempre trata de divertirse mucho. No le gusta aburrirse así que si no está corriendo, esta saltando o trepándose a algún lugar para saltar. Su agilidad me exaspera.
El otro día bajamos al patio que tiene el edificio donde viven y había un andamio donde unos chicos jugaban. Son la bandita del edificio y Martina es su integrante más pequeño. La incluyen afectivamente pero no juegan con ella por que es muy chiquita. La cuestión es que Martina se mostró muy ágil para colgarse de un fierro que está a más de un metro y medio de altura. Primero se subió a uno, se agarro con las manos de un caño inclinado, piso en otro, un escaloncito más y haciendo puntitas de pié se colgó del más alto. Pensé, digna hija de su madre, ¡una salvaje!
Estuvo algo así como media hora haciendo lo mismo. Al principio le hice sombras con la mano por si resbalaba, pero después, viéndola tan confiada, me fui alejando un poquito, lo suficiente como para dejarla pero también frenarla antes de que se parta la cabeza.
Analicé que siendo así de intrépida, lo mejor es que aprenda en presencia de un mayor. No creo que por prohibírselo ella no se vaya a lastimar. Es la clásica persona que no supera los quince sin un corte en la pera. Creo que en una reunión de diez personas, cuatro se cortaron la pera. También pienso que las personas que se quiebran se quiebran al menos dos veces y también que las que nunca se quiebran a la larga se quiebran la cadera. Estaba pensando en la agilidad pero quizás me excedí un poco.

El tío Leo

El viernes fuimos con Nadita a comprar porro a la esquina de Cabildo y Lacroze. El tío Leo vive por ahí. Es un pelado de un metro 70, de 32 años o 35, súper dulce que me saluda con un beso y habla relajado de su mujer, de la tranquilidad que tiene ahora que se mudo de barrio, de que ya no le da tanto para salir de joda, que estaba pensando en irse a tomar un helado, que ya se lo había dicho a su mujer, Vamos a tomar un helado gorda; que anduvo por el barrio ayer, que tipo dos de la mañana se empezaron a escuchar tiros y que por suerte no habían salido con la nena. Acá es otra cosa, nos dijo mientras caminábamos, y si, es otra cosa. ¿Un veinticinco queres? dice y lo saca, y nos lo muestra, es un buen pedazo, Nadita le da la plata, caminamos una cuadra más, ¿ustedes para dónde van?, para el otro lado digo yo, Nadita dice que da lo mismo, le digo que si nos separamos de Cabildo vamos a caminar una bocha, él le dice que por las mañanas, si quiere, puede pasar por su trabajo, que está en el centro, ella le dice que no llega, si el otro día le metiste cuarenta minutos dice él, ella no le responde nada pero después me cuenta que se había tomado media pepa y después, pegado unos tiros. Lo saludamos a mitad de cuadra y nos vamos para el otro lado. Viste bermudas y una remera vieja, está de entre casa, no parece un dealer como los de las películas, pienso que quizás algún día lo metan preso y me imagino a su mujer llamando desesperada, gritando, No entiendo como es posible que Leo esté preso, si es un buen tipo, tiene una hija y no le hace mal a nadie.