domingo, 21 de febrero de 2010

dos horas

Salimos de la presentación del libro de Ernesto y vamos a tomar unas cervezas a un bar que queda cerca. La presentación fue un bodrio y lo único bueno fue que Moni se puso una camisa blanca ajustada y, sentada donde estaba, le podía ver todo el borde el corpiño y parte de las tetas. Antes no había pensado en estar con ella.

Moni se me acerca mientras caminamos, me agarra del brazo y me dice que no le gusta caminar sola. Me mira y se ríe.
Hablamos un rato sobre el libro de Ernesto, que me parece una porquería pero eso no lo digo. Lo que leí me aburrió tanto que no pude seguir leyendo. Llegamos al bar, todo el mundo está distraído y haciéndole comentarios a Ernesto. No termino de entender si son falsos o ignorantes. El libro es malo pero puede que ellos no se den cuenta. Cuando me toca el turno le digo a Ernesto que me gusto el lugar de la presentación, que todo estuvo muy lindo. Me siento lo más lejos que puedo de él y Moni se sienta al lado.

Nos conocemos hace unos meses y ella no evita mostrar que quiere algo conmigo. Hasta hace unas semanas yo salía con otra chica de la facu pero a ella no le importa. Incluso llegó a hacer alguna escenita mientras estaba con Rosa, cosa que Rosa tomo de muy mala manera.

Espera unos 20 minutos y le dije a Moni que me iba. Si quería venir. Le digo al mozo que me traiga dos cervezas en mi camino al baño. Cuando salgo las agarro y salimos del bar sin saludar.

Tomamos un taxi y antes de besarla le acaricio las piernas. Vamos a un telo, pero está lleno. Le pregunto al recepcionista si conoce otro y me dice que en frente, cruzando, un poco a la derecha hay uno.

Caminamos por un pasillo semi oscuro que huele a encierro. Al fondo, a unos 20 metros, hay una puerta de vidrios polarizados que deja ver, más atrás, la recepción del motel, la caja desprolija de las llaves colgada de la pared y adelante esta la recepcionista pintándose las uñas.
Toco un timbre porque no nos presta atención y mientras tanto Moni no para de masajearme la pija por fuera del pantalón mientras me chupa la oreja. La chica sigue pintándose la uña y cuando le parece que quedó perfecta levanta la vista y aprieta el botón para abrirnos. La chicharra me retumba un poco en las tripas. No sé si lo hace a propósito o sin darse cuenta, justo cuando empujo, ella deja de apretar. Hace una cara de insolente fastidio pero no mira hacia donde estamos. Vuelve a apretar el botón, me asusto otra fracción de segundo con la chicharra de mierda esa, empujo y entramos. Moni me suelta. Tengo la pija parada y toda la oreja mojada.

-Buenas noches- digo, mientras me tiro para atrás el pelo mojado sobre la oreja.

-¿Qué necesitan?-

-¿Qué podremos necesitar? digo.

Me mira en silencio.

-¿De qué tipo?-

-¿Qué precios tienen?

-Sólo me quedan dobles comunes, son 45 pesos-

Le doy 50, me devuelve 5 y antes de que le pregunte dónde queda la pieza toma el pincelito del esmalte naranja y sigue con su uña.

-Por esa escalera, al final del pasillo a la derecha, suben hasta el segundo piso, cruzan el patiecito y es la cuarta puerta a la izquierda-

Tardamos unos doce minutos en encontrar la habitación pero desde que abandonamos a la persona más inconforme con su trabajo que habíamos visto en la semana, nos besamos como dos calentones por los pasillos de ese extraño Motel.

Tenía la forma de una colonia de vacaciones que hay en Córdoba, a la que iba de chico. bien sindicalista, con plaza, pileta, patio y zona de juegos.

La habitación no es más que un cubo de 3 por 3 con una ventana que da a un patio. No tiene persiana, sino una cortina rosa y apenas entramos Mónica me pregunta si no se verá todo desde afuera. No creo que se vea, le digo pensando, de afuera se ve todo.

Espero que no le moleste que la haya traído a una pocilga como esta. Las paredes están pintadas de celeste y lo peor, la cama es de cemento, es decir, hay un montículo de cemento, con dos orejitas que sirven de mesita de luz, un colchón pesado y viejo con sábanas gastadas color verde agua. Al lado de la puerta hay un bañito. Moni va hacia la cama y después de dejar la cartera y prender un cigarrillo se va al baño, mientras, yo me quejo de que el ventilador no anda.

Saco una lata de cerveza de la cartera de Moni y está tan fría y ahí hace tanto calor que me dan ganas de tirármela en la cara.

Cuando sale sólo tiene puesto el corpiño y una bombacha negra. Su cuerpo está lleno de lunares grandes. Me hubiese gustado desvestirla pero no importa, por lo menos no salió desnuda.

Tiene los zapatos puestos, los muslos firmes y se para en posición de hembra decidida, en el centro de la habitación, es decir, pegada a la cama. Me levanto y voy hacia ella, meto mi lengua en su boca y me come, me mastica voraz y agresiva hasta lastimarme. La agarro bien fuerte de las nalgas y la levanto hasta mi cuerpo, suelta mi lengua para inspirar con fuerza, aprieto su culo duro y firme de gimnasio y la llevo hasta mi pija. Vuelve a morderme y otra vez más fuerte. La levanto y se prende de mí con sus piernas. Le dejo espacio a sus muslos y pasando mis brazos debajo de su cuerpo la atraigo hacia mí separándole las nalgas. ¡Ay! como voy cogerte, le digo en el oído y ella respira violenta, mordiéndome la oreja.
¡Cogeme!
Dice y me muerde. Me dan ganas de pegarle una cachetada pero no sé como va a tomarlo. La bajo de mi cuerpo y la pongo de espaldas a la pared. Me saco la remera. Paso mi dedo por su espalda, me saco los pantalones y la apoyo todavía con los calzoncillos puestos. Tiene la cola transpirada y yo el calzón un toque mojado. Le agarro las tetas con desesperación, busco sus pezones y los aprieto. Gime.

Desnudos, de la pared, vamos a la cama, se acuesta en el borde, boca arriba, abre sus piernas y las levanta. Me mira decidida, tiene negras las pupilas, y profundas, veo en sus ojos, su fuerza y su debilidad.
Agarra mi pija y la aprieta y me masturba con violencia antes de metérsela en la boca. Su brutalidad o su torpeza la hacen desconocer absolutamente el arte de mamarla.

-Quiero cogerte- le digo harto del matraqueo y la empujo hacia atrás. Me sonríe pícara y levanta otra vez las piernas invitándome a pasar. Con un poco de saliva en mi mano la acaricio para humedecerla. Después se la meto, apenas la puntita y de un empujón, todo lo demás. Hace una mueca de dolor con su mentón pero disimula o lo disfruta. Salgo y vuelvo a entrar con fuerza. Se aferra de mis piernas mientras la embisto, la cojo una y otra vez y ahora dice que quiere más.
La situación se tiñe de evento deportivo. Hace 40 grados y no paramos de transpirar. Unas gotas mías caen sobre sus tetas hechas, las agarro, se las esparzo por el cuerpo, toma mi mano y aprieta sus tetas, pongo mis dos manos a su servicio y ella amasa sus tetas y también mis manos. Sigue la ronda y el transito acelerado, apoyo mis rodillas contra el borde de la cama y el cemento va cortando despacito la piel de mis piernas. Levanta su cola para pegarse a mí y la ayudo con una mano. La otra esta en su boca y ella la muerde con violencia. Saco mis dedos y meto mi dedo gordo. Con el resto de la mano la tomo del mentón y aprieto su cara. Aprieto su lengua hacia abajo. No quiero lastimarla, quiero hacerle sentir la rigidez. Sonríe con placer malicioso. Seguimos chocando con rudeza, yo contra ella y ella contra mí. Estamos completamente mojados, siento debajo de mis axilas y mi nuca gotas de transpiración rodar.

Entro y salgo de ella con una facilidad total, ella acaba y cuando lo hace hunde sus uñas en mis muslos sin que le importe nada.

-Vamos al baño por favor-, le digo, -démonos una ducha- Cuando se la saco veo mi pija un poco ensangrentada. Me pregunto de quién será la sangre mientras me enjuago en el lavamanos. Mía no es.

El baño es tan chiquito que cuando abrimos la ducha el agua cae sobre el inodoro. Ni hablar de una bañera o siquiera una cortina de baño. Se pone de pie contra la ducha y vuelvo a metérsela sin cuidado. Cogemos y cogemos y el agua fría cae por nuestra espalda. Así como estamos tengo libre acceso a sus pechos y dejo que el movimiento de mi pelvis guíe la caricia de mis manos. Una vez, dos, tres y también más. Creo que no voy a acabar nunca y la verdad no es que me importa. Se está bien debajo del agua, así, sin preocuparme de nada, descargando toda mi energía en ella. Ahora levanta los talones para que la penetre mejor y seguimos así durante un largo rato más. Creo que los dos estamos acalambrados.

-Voy a acabar otra vez- me dice y pienso que tengo que acabar. Que difícil, no tiene sentido, sigo ahí, pero ya estamos cansados, quizás sea lo mejor, acabar, darle, más rápido, más rápido, darle un poco más hasta acabar. Justo antes de hacerlo exhalo la respiración y me doy cuenta que hace al menos diez minutos que estoy en completo silencio. ¿Dónde estaba? Sin decir nada. Saco la pija y acabo en su espalda, está otra vez roja de sangre y creo que es posible que esta vez sea mía. El agua lava rápido la leche de su cuerpo y mientras me voy hacia atrás para apoyarme en el lavamanos la veo temblar de cansancio.

Salgo del baño y me acuesto desnudo sobre la cama. Ella se demora un poco más. Cuando sale estoy fumando un cigarrillo y me pide una seca, le digo que se prenda uno, que agarre de los míos. Se acuesta a mi lado pero no me toca, toco yo entonces su pierna. Fumamos en silencio y tomamos la otra cerveza que ya está tibia. En un rato nos van a venir a golpear la puerta para que nos vayamos. Ella lo sabe y yo también. Cuando apago el cigarrillo tomo su mano y la llevo a mi pija, me acaricia dos veces antes de que se me pare. Luego va sola a chupármela. El segundo polvo es igual, directamente en el baño por el calor. Antes de irnos hay un tercero pero yo no acabo. En la puerta le digo que se tome un taxi, antes de subirse, nos saludamos con un beso pero sin lengua.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Más vida y emoción en la caspa que el abogado

Hablo con mi tío Ñato, le cuento que me quedo sin garantía para alquilar la casa en la que vivo, me dice, entre un tostado de jamón y queso y dos vasos de coca zero con hielo, yo te la presto. Siento el apoyo.
Llego a Buenos Aires y llamo a la dueña, le digo, orgulloso, no estoy tan solo, tengo una garantía de Rosario. Pone su voz de cotorra ignorante, grita y estira los finales de las palabras mientras las pronunciaba. Me habla como si yo fuese su hijo haciendo una travesura infame. Le digo, no me hable así que no soy su hijo, me dice, disculpame, yo soy así. Le cuento acto seguido que su yerno, el abogado de la familia, no contesta mis llamados, que estoy necesitando darle marcha a lo de la garantía.
Al final, me comunico con el doctor, le digo, Hola doctor, le habla Brian Bozkovic (Me dijo un croata que así se pronuncia), de la calle Armenia, el inquilino de Celia, su suegra. Un trago de acidez se escucha del otro lado del tubo. Luego comienza a hablar. Primero con una nítida voz de ardilla, después, sin perder la delgada tonalidad, habla el padre de la ardilla, un hombre más seguro porque estudió leyes, un hombre que seguramente es tratado y retado como un niño cuando su suegra le habla y también cuando la hija de la suegra tiene ganas.
Obvio microbio. Visto desde su perspectiva legal, yo no valgo nada, visto desde algunas mañana soleadas, tengo más vida y emoción en la caspa que el abogado.
Me dice, del cien por ciento del alquiler, mi antecedente como buen inquilino es solo un 10 por ciento, el otro cincuenta es que mi tío tenga más plata que Amelita Fortabat después de que Menem (a tocarse un huevito o una tetita) le pesificara una deuda de mil millones de dólares.
Corto el teléfono y camino hacia el patiecito de mi casa. Juan está en su pieza tocando, cuando me acerco me sonríe gracioso y me da la mano, Se la re diste vuelta me dice, y yo me “alegro non tropo” mientras pienso que tiene razón y que no significa nada.
Termino de escribir “Soyu”, un cuento que me divirtió mucho y Griselda me dice, brillante, lástima que no tiene final. La quiero, porque se da cuenta de las cosas. Así que escribí un buen cuento que no tiene final. Le escribo un mail, le digo que tiene razón, pienso en las muchas razones que me impiden escribir el final pero no se las digo, le pregunto sin tacto y con llanura casi ofensiva, ¿Cómo le pongo un final? Me dice que el mail no es el marco para eso. Le respondo que tiene razón y me quedo con las ganas.
Me pongo a buscar casas en Internet y no veo ninguna que no me parezca un disparate. Es decir, lo que puedo pagar casi me garantiza una pocilga, ok, digo en voz alta, qué otra me queda, tengo que mudarme. Después veo piden recibos de sueldo y garantías más firmes que Rocco Sigfredi a los 21 años.
Hace dos meses renuncié a mi trabajo. Durante un mes largo y también algunos días más, me sentí feliz, fuerte, relajado, alegre. Después Juan me comentó que por sus problemas laborales no iba a poder seguir alquilando la casa. En ese momento me llamaron para trabajar en el hostel y pensé, bien, algunas cosas toman forma.
Voy a mi última sesión con la psicóloga el 27 de diciembre. Para esa fecha hace 27 días que estoy desempleado y vengo de estar 20 días en Rosario. Esos días son determinantes para que me vuelva. Para que me anime. Con Verónica venimos hablando de la fuerza, de la mía, y en Rosario la recuerdo. Paso días junto a Ana Luz, me lleno de recuerdos de amor y frente a su mirada me voy sintiendo otra vez como me sentía hace años. En algún momento me doy cuenta que desde que me fui de Rosario nunca estuve mas de tres días seguidos ahí. Salimos con Ana a fumar un porrini en una plaza que queda cerca de su casa. Me siento cohibido y tímido porque ella me recuerda de otro modo, de uno, que por momentos no logro recordar. Pasan los minutos y después pasan algunas horas. Cuando ella me ve, me devuelve mi mejor yo. No reímos, hacemos chistes. Ahora es toda una mujer, antes nunca la había visto así. Esos primeros días la deseo, deseo que sea mi mujer, pero luego se me pasa.
En la última conversación con Vero le explico que no puedo seguir viéndola, que no tengo dinero, que no tiene sentido. Busca apoyarme y me dice que si quiero se lo puedo deber. Me enojo y se lo digo. Le digo, no necesito ganarme una deuda. Busco esa fuerza y mientras ella trata de dejarme en claro que más allá de que yo le pague y ella sea una profesional, no quita que no se preocupe por mi. Le digo que lea mi blog si quiere demostrarme su cariño. Me dice que una cosa no tiene que ver con la otra. Le dejo en claro que me cuesta muchísimo separar las cosas. Me mira seria, expresión que no logra ser intimidante sino sincera, y me dice que no me confunda, que no tiene que ver.
Me voy de su consultorio y camino por calle Libertador a la altura del Club de Golf. Diciembre en Buenos Aires y otro enero para mi. El tercero consecutivo y hay veces en que la gente trata de decirme qué hacer o más que nada, cómo. Me voy pensando si en realidad no habré exagerado. ¿Extrañaré a mi psicóloga? ¿La necesitare como ella cree? Me siento tentando a volver y decirle que seamos amigos, siempre me pasa, en casi todas mis relaciones con mujeres, prefiero que seamos amigos. El sol de las once de la mañana es el ideal para un buen cáncer de piel. Enumero mentalmente todas las veces en me cagué en la capa de ozono usando desodorante en aerosol.

Sobre una conversación que deberíamos tener

ROBERT: No estoy tan seguro de que esto tenga sentido.
JENNY: ¿Qué cosa?
ROBERT: Nuestra amistad.
JENNY: ¿Por?
ROBERT: El otro día me sentí extraño.
JENNY: ¿Cuándo?
ROBERT: En el recital.
JENNY: No te entiendo, ¿por qué?
ROBERT: Dale…
JENNY: En serio.
ROBERT: Llevaste a un amigo.
JENNY: ¿Y?
ROBERT: Por favor, estuviste histeriqueando con él desde que llegaste.
JENNY: No es verdad.
ROBERT: Dale Jenny, hablemos en serio.
JENNY: Estoy hablando en serio.
ROBERT: 15 segundos después de presentármelo me acariciaste la cabeza y la nuca.
JENNY: ¿Y eso qué tiene que ver?
ROBERT: Yo no soy tu novio.
JENNY: Sos mi amigo.
ROBERT: Le estabas dando una señal confusa a tu nuevo amigo.
JENNY: No es así.
ROBERT: Igual no me importa, no es por eso que quería hablar con vos.
JENNY: ¿Estás celoso de mi amigo?
ROBERT: No es tu amigo, no te engañes, te quiere coger.
JENNY: No todos piensan así Robert.
ROBERT: Dale Jenny, no te hagas la inocente. Vos también querías.

(Jenny sonrie)

JENNY: ¿Y qué si me gusta?
ROBERT: Nada, me molestó un poco.
JENNY: ¿En serio?
ROBERT: No lo sé.
JENNY: ¿Entonces?
ROBERT: Todo bien que no seas mi novia, todo bien que me pidas que seamos amigos. Te digo, todo bien, porque trato de no ser egoísta, porque es real que me gustas como persona, pero que te busques otro amigo, digo, otro a quien garcharte, eso… ni me interesa ni lo entiendo.
JENNY: No pasó nada con él.
ROBERT: Me fui, yo no sé qué pasó después y la verdad no me interesa.
JENNY: Te fuiste porque querías.
ROBERT: Tenia que encontrarme con una chica, pensé en quedarme y dar batalla, ¿Eso querías no?
JENNY: Entendiste cualquiera.
ROBERT: ¿Te parece?
JENNY: Si Robert, ¿Y quién es esa chica?
ROBERT: Nadie, alguien que conocí.
JENNY: Ves, a mi no me pone celosa.
ROBERT: Yo no la llevé al recital, le dije que nos encontrábamos después. Aparte, sabes, decime todo lo que quieras pero no me engañas. Yo te huelo, vos sabes que me doy cuenta de lo que estás pensando y ¿sabes qué es lo peor?
JENNY: No, ¿qué?
ROBERT: Que yo sé que si te hubiera garchado como vos querías, lo hubieras dejado a tu novio.
JENNY: Ay Robert, estás muy confundido.
ROBERT: No sé Jenny, para mi vos te morís por mi pasión pero te da miedo.
JENNY: No se qué decirte.
ROBERT: Es como aquella vez en el palier, te dejé decidir, fue mi culpa, yo sé que vos también lo pensas. Nunca me creí eso de que estabas menstruando.
JENNY: Era verdad Robert, aparte tengo novio y también lo tenía en ese momento.
ROBERT: Entonces te aplaudo, nadie finge como vos.
JENNY: No estaba fingiendo, estaba confundida.
ROBERT: El otro día en el recital, te paraste delante mi, bailabas despacio con tus bracitos en alto, ¿no te das cuenta?, te huelo, tus feromonas se estrellan contra los pelitos de mi nariz.
JENNY: Basta Robert, yo no estaba tratando de seducirte.

(pausa. Robert no sabe bien por dónde seguir)

ROBERT: Entonces te pido disculpas, pero me gustas más de lo que puedo tolerar.
JENNY: ¿Entonces no podemos ser amigos?
ROBERT: Pero si vos no queres ser mi amiga.
JENNY: ¿Cómo que no?
ROBERT: ¿Y el otro día, qué, entonces?
JENNY: ¿Cuando?
ROBERT: ¡En el recital!
JENNY: Estas fantaseando Robert.
ROBERT: Mira Jenny, si lo que vos querías era irte con ese pibito, te hubieses ido, no me duele, pero vos no hiciste eso, jugaste a esconderte detrás de mi, histeriqueaste con él y también le diste la sensación de que estabas conmigo.
JENNY: ¿De qué estas hablando?
ROBERT: Ok, ¿así es como me vas a tratar?
JENNY: Mira Robert yo quiero ser tu amiga
ROBERT: Entones toma un lugar más definido.
JENNY: Pero si no hago nada.

(silencio)

ROBERT: Entonces soy yo Jenny, la estoy flasheando.
JENNY: Y yo creo que si.
ROBERT: Pero me gusta mucho estar con vos.
JENNY: Y a mi también, pero no hay necesidad de que te confundas.
ROBERT: Vos no entendes.
JENNY: ¿Qué cosa?
ROBERT: Cuando estuvimos juntos yo no estaba bien.
JENNY: Claro, yo me acuerdo.
ROBERT: No era eso, me refiero, no me podía hacer cargo de tu amor.
JENNY: Yo nunca dejé de amarlo Robert.
ROBERT: Eso no es amor, vos lo sabes, sólo que te da miedo, te digo, vos podes casarte con él, pero entonces no serías quien yo creo.
JENNY: Me vas a hacer enojar.
ROBERT: Es muy posible que no volvamos hablar, dejame ser sincero.
JENNY: Está bien, pero no te metas con él.
ROBERT: Él no me interesa, no es él la razón de que vos no estés conmigo.
JENNY: ¿Por qué decís eso?
ROBERT: Porque así lo siento
JENNY: Estás equivocado.
ROBERT: ¿Estás segura Jenny?, ¿En serio?
JENNY: No sé Robert, las relaciones no son fáciles, Andrés es bueno.
ROBERT: Ya lo sé, pero bueno ¿por qué? Igual, sabes qué, no me interesa hablar de él. Yo vine a decirte otras cosas.
JENNY: Bueno, ¿qué?
ROBERT: Te parecerá estúpido pero si necesitas tantos amigos no me interesa ser tu amigo.
JENNY: Me duele lo que me decís.
ROBERT: Me hiciste sentir extraño Jenny, pensé que te habías dado cuenta, me pusiste en el medio de algo que para vos era un juego como si yo te perteneciera pero no es así.
JENNY: Me parece que el faso te pegó mal Robert, eso no fue lo que pasó.
ROBERT: Puede ser, pero igual, después del recital, estuve unos días pensando.
JENNY: ¿Y?
ROBERT: Nada, pensé en mandarte un mensaje, decirte "¿sabes que me volaste los pelos?".
JENNY: ¿Y por que no lo hiciste?
ROBERT: No te quise dar el gusto.
JENNY: ¿Con qué?
ROBERT: No quería decirte que me seducías completamente, no te lo mereces.
JENNY: ¿Por?
ROBERT: Porque sos una pendejita histérica.
JENNY: Y vos sos un tarado Robert.

(se miran durante unos segundos)

ROBERT: Mirá Jenny, quizás yo la flashee pero no siempre que estoy con vos siento que queres que te bese, el otro día lo sentí y así también se lo hiciste sentir a tu nuevo amigo. ¿Sabes que pienso?
JENNY: ¿Qué?
ROBERT: Que te habías peleado con Andrés, que no estabas feliz, que Andrés te ignora, que no lo hace a propósito, que te dan ganas de llorar ante su falta de compromiso.
JENNY: Cualquiera Robert. Estoy a punto de irme. ¿La queres cortar?
ROBERT: Dale, como vos digas, total es así, ¿no?
JENNY: ¿Así cómo?
ROBERT: Así, la que decide sos vos, cuándo cogemos y cuándo no, ¿o no?

(silencio)

ROBERT: ¿Sabes qué pienso de Andrés?
JENNY: ¿No, qué pensas Robert? Contame ya que parece que no podes parar de hablar.
ROBERT: Creo que no es más que un candadito en tu conchita.
JENNY: Estas arruinando nuestra amistad.
ROBERT: No te engañes, vos no queres ser mi amiga.
JENNY: Basta Robert.
ROBERT: Si te hubieses animado, si no lo hubieses puesto a Andrés en el medio yo te hubiera dado lo que vos querías. No pienses que no te lo dí porque no quise, la razón fue que no pude, te quería, pero no quería pelear con tus miedos para tenerte. Él es tu excusa, es tu manera de estar siempre protegida y no arriesgarte.
JENNY: ¿Pero quien te pensas que sos para hablarme así?
ROBERT: Soy tu amigo, ¿no?
JENNY: No lo sé.
ROBERT: El otro día no me fui con vos.
JENNY: Pero si yo no quería eso
ROBERT: Eso tampoco lo sé, pero fuiste lo suficientemente egoísta como para volarme los pelos.
JENNY: No sé si quiero seguir hablando con vos.
ROBERT: No te asustes, esta es sólo un conversación que deberíamos tener.
JENNY: A mi gusta estar con vos Robert, no sé por qué la tenes que poner tan difícil.
ROBERT: Mira Jenny, yo acepte que fuéramos amigos. Casi te lo propuse, te hice las cosas fáciles, te lo dije esa vez, te quiero, me pareces una persona que quiero conocer, no me importa cómo. Ahora creo que nos equivocamos. Yo sé que pensas en mi.
JENNY: Pero claro que pienso en vos tontito, sos mi amigo, yo te quiero.

(ella le pasa la mano por la cabeza, lo despeina dulcemente)

ROBERT: No puedo con esto Jenny.
JENNY: ¿Con qué?
ROBERT: Con vos, con tu dulzura, quizás ni sea tu culpa, pero no puedo.
JENNY: ¿Ser mi amigo?
ROBERT: No sé cómo ser sólo eso.

martes, 2 de febrero de 2010

Soyu

Me pregunta si quiero fumar.
Pienso, quiero dormir con vos, si fumo, olvidate de que el polvo tenga sentido.
Vamos hasta la mesa. Me dice.
-Si vos fumas, yo lo prendo-
-Prendelo- le digo porque un buen fumador entiende que si alguien te ofrece dos veces es que tenes que decir que si.
La mesa es ancha, cuadrada, baja, tiene un mantel rojo, se da vuelta para buscar el encendedor, me acerco por detrás, pongo mis manos en su cuerpo, quizás primero mis palmas sobre su espalda, la recorro despacio, la voy sintiendo y prestando atención a lo que siento. Es importante para mi conectarme con ella.
Tiene un vestido de tela de algodón negro, liviano, que se pega suavemente a ella, como si al vestido le gustara la forma de ese cuerpo, como si deseara pegársele sin molestarla; la acaricio, pone las manos sobre la mesa y veo que deja el porro, en pocos segundos siento que se me está poniendo dura, excitarme me pone feliz; corre la cara hacia un costado, tiene rasgos hermosos pero “hermosos” es un desastre para la descripción.
Parte de su pelo negro le cubre la cara, lo tiene corto y desmechado, puntas filosas como de publicidad caen sobre su pómulo marcado, sobre los labios rosas. Abre la boca y tiene los dientes pequeños, la lengua sale a tomar aire, se estira como si saliera de un sueño; mis manos están en su cadera y andan solas, hace rato dejé de pensar en ellas; veo su boca y quiero besarla, pasarles las palabras directas de la fuente, sin decir ruidos, lamerla, tocarla suavemente, de a poco, lamiéndola como a un helado, de a poquito, acostumbrarme a ella.
Ahora se arquea, me busca con su cola como una perrita y voy hacia ella como un perro, nos pegamos, con la ropa todavía puesta, pongo mi pija entre sus nalgas (El vestido fue confeccionado por un amante, el jean por un norteamericano). Soy un perrito juguetón y cogedor que podría cogerla toda el día. Es una perrita juguetona, con un clítoris que me enamora. Tengo la pija como la misma torre de Pisa, un poquito inclinada hacia la derecha, pero firme como la que más, esperando desde hace años esto, el polvo dorado, la Puta que vale la pena estar vivo.
Levanto su vestido y cuando mis manos tocan su piel algo en el ambiente cambia. El PH de su cuerpo va perfecto con el mío. Somos más que el vino y la soda, combinamos mejor que una loca de 60 años al lado de un cuadro de Warhol, somos He-man y She-ra, nadie se desea más que nosotros y hace cuatro años que una vez, aunque ninguno de los dos lo recuerde, elegimos no volver a hablarnos porque era más fácil.
Y no es que yo piense somos nosotros, porque somos dos cracks, Ay que ver qué polvos Señor, Vea qué maravilla Señora, acá estos dos se encuentran y cogen que da envidia. No es que yo piense, por fin lo entendí, dos más dos cuatro, la meto por acá, pero sin violencia, la acaricio por dentro, mi pija es más sensible que mis manos, voy despacio tocándola, la rugosidad de su piel, el músculo mismo que su chochito significa, un poco más firme por acá, más terso cuando la aprieto, y entro y salgo, apenas con la cabeza de mi estimado Joaquín, y un poquito más, con los ojos abiertos, la miro y hace cositas con la boca y gime despacio pero sostenido; parece un sueño; y un poquito más y ella es un violín y yo el arco mismo, entonces hay veces en que se mueve ella y yo me quedo quieto, soy el arco más firme del mundo de la música y ella, el más sexy y despierto de los instrumentos, el más sensible stradivarius.
Antes de irnos, levanta apenas la pierna y le acerco una silla para que la apoye. Con mi mano derecha le levanto el muslo y veo la sonrisa de su otra boca comerme lentamente. Cuando agarro su piel me siento parte de ella, no quiero apretarla, quiero tenerla, amasarla, atraerla más hacia mi. Nunca me he sentido más tentado de entrar en una caverna. Corre su cuello para atrás y nos besamos, ¡Por favor!, su boca destila un néctar pernicioso, me dan ganas de masticarla, de beber de ella, de su agua dulce de ninfa excitada, pero somos reales, sé que no tiene sentido, nos besamos desesperados como si en realidad corriéramos hace horas y sedientos, buscáramos tomar agua del rocío de la mañana.
Acostados en la cama, luego de un rato, pongo mi pierna entre las suyas y presiono suavemente su conchita. Pongo mi brazo por detrás de su cuello y ella apoya su cabeza en el hueco de mi pecho. Mete mi lengua en su boca y la chupa, chupa mi lengua transpirada, absorbe mi saliva y vuelve a hacerlo. Dame de beber, me dice sin palabras; Ahora soy respirar de vos, de tu dulzura, Ahora soy, dice todavía en silencio, que me respires y me lleves.
Sé que estamos a punto de perdernos. Tira la cola un poco hacia atras, y viene hacia mi como la marea, acaricia mi orilla de arena, suave como la tarde, apenas ruidosa y lenta.