lunes, 7 de junio de 2010

La mitad vacía

Fue la maestra de grado quien le aclaró a la directora, que debía hablar con el padre y no con la madre. La directora se sorprendió al escucharla
-La nena dijo que es la madre quien le pega.
-¿Pero está segura?- dijo la directora.
-Es lo que dice la nena, los chicos no mienten en estas cosas. Por ahí usted quiere hablar con la nena.
Para Magdalena, esa era la primera vez, desde que se reincorporara al trabajo, que tenía que citar a algún padre para conversar. Eso no le gustaba. Dos años atras tuvo un pico de presión y quedó hemipléjica. Perdió el habla e incluso la habilidad para ir al baño a tiempo.
Le tomó un año volver a conversar linealmente y un poco más caminar sin ayuda de un bastón. Como secuela, la mitad de su rostro quedó paralizado y cada vez que sonríe, o trata, la mitad de su cara tiesa le recuerda lo que vivió. Sabe que pocos no se impresionaban al verla.
El padre de Camila llegó a tiempo la mañana del siguiente día. La maestra no había dado detalles por recomendación de la directora.
Magdalena se sentó en su escritorio, aviso por intercomunicador que hicieran pasar al señor Goncalvez.
-Siéntese por favor.- El señor Goncalvez le estiró mano a la directora, era un hombre joven, de unos 35 años, delgado, no muy alto. Ella sabía que sin importar la edad que tuviesen los padres, todos agregaban una carga ceremonial al hecho de estar en la dirección. Como si no pudiesen dejar de revivir situaciones infantiles de castigos prometidos y cosas por el estilo. La maestra de Camila llegó unos segundos después y se quedó parada al fondo del salón. Sentía por su estomago correr una adrenalina lenta, como un dulce pesado.
-Bueno-, dijo Magdalena, y pensó en la mitad de su cara firme y muerta. -Camila es una nena hermosa, acá su señorita, siempre me habla cosas lindas de ella.-
-Me alegro-, dijo el joven señor Goncalvez que se veía preocupado.
-El otro día, después de la clase de pintura, Camila pidió ayuda a la profesora para cambiarse la ropa porque se había manchado y pudo ver que la nena está llena de moretones y golpes.
La cara de Goncalvez se puso blanca. La directora hizo un largo silencio. Despues retomó.
-Lo llamamos a usted, porque Camila dijo que es la madre quien le pega.- Nuevo silencio.
Goncalvez se pasó una mano sobre la cara y respiró durante largos segundos. Empezó a hablar mirando el piso. Parecía que estaba llorando.
-Mi mujer ha estado muy nerviosa este último tiempo. No sé si usted sabe pero hace unos meses perdimos un embarazo.- Goncalvez volvió a respirar y cuando levanto la mirada no lloraba.
La directora continuó en silencio y Goncalvez siguió hablando.
-Ella está bajo mucho stress, en realidad, según el doctor eso fue lo que le hizo perder el embarazo. Yo trabajo durante muchas horas…-
Un exceso de angustia le tapó la garganta y comenzó a llorar sin bajar la cabeza. Siguió. -Yo, trabajo muchas horas, Mariana, perdió el trabajo después de perder el embarazo, estaba de seis meses, ¿sabe?, ehh.- Volvió a taparse el rostro mientras dejaba salir el llanto.
-Trabajo todo el día ¿sabe?- decía como para si mismo y después, con los ojos llenos de lágrimas, miró a la directora que le devolvió, como su cara le permitía, una mirada de empatía y a la vez de firmeza.
-¿Donde está Camila?- preguntó el padre asustado.
-Ahora ella está en clases, yo quisiera que hablemos sobre lo que va a pasar.
-Quiero verla, yo le juro, le juro que no sabia de esto. Trabajo doce horas al día. Es mi culpa. ¿Está muy golpeada?- pregunto con cara asustada y honesta.
La directora miró hacia el fondo del salón. La maestra abrió los ojos, dudó unos segundos y luego se acercó hasta el escritorio. Ahí parecía que todos estaban dando lección. Con las manos agarradas y colgando delante del cuerpo, la comenzó a decir.
-Si, está muy golpeada.- con la voz bajita, dudando -Ella dice que fue su mamá. Tiene marcas en la espalda como si alguien le hubiera pegado con un cinto. Tiene marcas entre los muslos y también en las pantorrillas…-
La mirada de Goncalvez se perdió más allá de las paredes del viejo y alto salón. Estaba desorbitado.
La maestra continuó enumerando de a poco los golpes y cicatrices que Camila tenía. Cuando le pareció suficiente la directora la interrumpió.
-Nosotros vamos a hacer la denuncia en el ministerio de protección infantil. Después de esto que pasó, es nuestra obligación.-
-No por favor- dijo Goncalvez mientras apoyaba las manos unidas sobre el escritorio. –No por favor, no por favor, tiene que haber otra manera, Mariana no es una mujer violenta, nunca, nunca, es una madre dulce, tiene que haber otra explicación, quizás lo dijo por miedo, quizás es alguien más.-
La señorita lo interrumpió.
-El otro día ella le pego a una compañera en la clase de gimnasia, señor, ya hay varios comportamientos de Camila que son agresivos. Yo, sabiendo lo de su hermanito, lo dejé pasar pensando que era por eso mismo.
-Acá hay algo que nosotros no podemos eludir- dijo Magdalena –que es nuestra responsabilidad como adultos, y es proteger a la nena.
-Está bien, pero, escúchenme por favor, yo voy a hablar con Mariana, yo entiendo que ella está triste, que no tiene trabajo, que perdimos un hijo, ella estaba tan ilusionada con volver a ser mamá, esto es… -Goncalvez respiró profundo. Le parecía insoportable mirar a la directora a la cara, ese rostro deforme le devolvía siempre una sensación mucho más desagradable que la que sentía que sus palabras provocaban. –esto sería lo peor, tanto para Camila, como para, como para Mariana, yo voy a hablar con ella, yo le voy a decir, le voy a pedir que empiece terapia, yo sé que lo vamos a solucionar, por favor, acá lo importante es que no metamos a la justicia en el medio. ¿Usted me entiende directora?-
Magdalena guardó silencio durante unos segundos. Su ojo parpadeaba veloz cuando estaba nerviosa. La maestra la miró. Esperaba que la directora dijera algo. Como no lo hacía, dijo:
-La única justicia sería hacer la denuncia.- -mirando a Goncalvez y luego -Es nuestra obligación-, pero ya mirando a la directora.
-Es su obligación, claro-, dijo Goncalvez antes de que lo interrumpiera un llanto de pecho y le deformara la voz, -pero es mi familia-, dijo conteniendo el aire para poder hablar, -es mi familia-, dijo por fin y se largo a llorar por completo.
La directora miró a la maestra durante algunos segundos. Lo que iba a decir, lo tenía que decir a solas, la maestra no lo podía escuchar.
-Vaya a buscar a Camila por favor.-
-Señora-
-Hágame el favor, yo me ocupo desde acá. Traiga a la nena.
Goncalvez seguía llorando cuando la maestra cerró la puerta.
-Necesito que se comprometa a solucionar esto. En este momento yo me estoy poniendo en la línea por usted. Por su familia.
-Si directora, si.-
-Deje llorar por favor.- Magdalena pensó en cómo se vería su rostro en ese momento -Si sucede otra vez, no sólo vamos a hacer la denuncia, sino que usted será un cómplice de esa violencia. Yo no sé si es así o no. Pero la nena dice que es su madre quien le pega.
-Yo trabajo todo el día.-
-Déjeme terminar- dijo concisa la directora y Goncalvez se calló en el acto. -Usted es el padre y es su responsabilidad cuidar de la nena. Nosotros somos los segundos responsables y después está la justicia. Si usted se compromete, yo estoy dispuesta a no llamar a la justicia.-
-Claro, claro, yo voy a hablar con Mariana, ella es una buena madre, está pasando por un momento tan difícil.- Goncalvez se puso de pie y tomó una de las manos de la directora. La directora le pidió que la soltara y volviera a sentarse.
Alguien golpeo la puerta y luego, Camila y la maestra entraron. La directora se puso de pie y haciéndole una seña a la maestra le indicó que saliera y salió detrás de ella. En el gran salón Goncalvez esperaba de rodillas que su hija se acercara para abrazarla. La directora cerró la puerta detrás de ella.
-¿Qué vamos a hacer señora?
-Por ahora, vamos a controlar que la nena no venga otra vez golpeada.
-Pero tenemos que llamar al ministerio de menores.-
-Mirá, yo llevo muchos años en esto, la verdad es que si el padre se compromete a cuidarla, es mejor que meter a la justicia.
-Pero señora, eso es muy peligroso, el padre trabaja todo el día, la nena lo cuenta, después está sola con la madre.
-En este momento me parece lo mejor.
La cara de la maestra apenas lograba esconder el enojo y la frustración. Quería tanto ayudar a Camila y de repente sentía que no podía hacer nada. Cuando Magdalena estiró su mano para acariciarle el rostro, odió su cuerpo mitad muerto e imagino que su corazón era igual.
-Tengo que volver a la clase- dijo.
-Está bien, me parece lo mejor. respondió la directora con su mano a mitad de camino de acariciarla.

2 comentarios:

  1. Me encantó. De verdad, es lo mejor que leí hace bastante....

    ResponderEliminar
  2. fuerte, pero real. necesario "cambio" Brian. estuvo muy bien. mucho climax, inseguridades como lector, sensaciones de no saber qué es lo que debería o no hacerse de todos modos cuando uno lee y cuando termina de hacerlo por haberse metido en la piel de cada uno d elos personajes. bien, interesante. noelia

    ResponderEliminar