lunes, 30 de noviembre de 2009

los taxistas, como los fantasmas, sólo necesitan que alguien los escuche.

Ayer a la noche me tocó uno de esos taxista raros.
Ya el auto lo era, un 19 viejo y medio sucio por dentro que hace que uno piense, este es el tipo de auto que usaría un taxista asesino. Puede que no pasé nada, como siempre que paranoiqueo, pensé mientras me subía.
El taxista era bien flaco, corte Anthony Perkins, bien marcados los huesos en la cara y con un pelo tipo chirolita pero blanco platinado, bien plástico, largo hasta la nuca.
Empezó a hablarme de la nada diciendo que no había un solo policía en la calle, que todo era un viva la pepa (dixit) y lo decía mientras iba en contra mano toda una cuadra por Vélez Sarfield. Encima tenía un ojo, el derecho, desviado o de vidrio y mientras iba para atrás por la calle porque se había pasado, me miraba fijo como podía e insistía con la ausencia de policías, que todo era una locura, que a cualquiera le podía pasar cualquier cosa.
Muy bien, me dije en un momento, cualquier cosa puede pasarme.
Pero parece que el tipo sólo quería hablar y fue pasando por los variados temas de su vida. Los taxistas, como los fantasmas, solo necesitan que alguien los escuche.
Fue piloto de carreras, hasta que, siendo copiloto, se puso un palo que dejó al piloto en silla de ruedas; fue también piloto de pruebas, es decir, le pedían que chocara contra una pared a 60 Km. por hora y también a más velocidad.
TAXISTA: Antes no se usaban muñecos. Era otra cosa. Ese fue el trabajo más divertido que tuve en mi vida, chocábamos Dodge Polara, esos grandes, ojo, yo tenia una jaula dentro del coche y un casco y me ajustaban bien el cinturón de seguridad. Así probábamos los autos antes, donde todo era mejor y no era como ahora que son todos unos cagones.
En ese momento lo miré un toque, él giró la cabeza para hacer lo mismo, con su ojo de vidrio y el pelo de muñeca, pero en vez de frenar siguió.
TAXISTA: Ahora nadie sirve para nada. El otro día, (justo), hablamos con mi mujer y unos amigos sobre esto, son todos unos cagones, te pegan entre cinco, antes peleabas en el medio y nadie se metía, hacían una ronda y te dejaban cagarte bien a palos con el otro, y si alguno se caía, el otro esperaba que se levante para romperle bien la cara, pero de pie, ahora te patean en el piso.
Y el tipo seguía, cada tanto dándose vuelta, mirándome con el ojo bueno y haciendo nada con el otro, insistiendo en que ahora éramos todos putos, cagones, que no servíamos para nada, hablando solo, sin darse cuenta de que hablaba con alguien, divagando dentro de sus propios recuerdos.
Cuando llegamos a mi casa me tuvo todavía algunos minutos sentado escuchándolo. Contaba una historia sobre el puente Pueyrredon donde un auto le había tirado la cola y él lo había perseguido para cagarlo bien a palos como se merecía pero que al final no pudo porque, entre su mujer que no paraba de gritarle que dejara de ser tan insensato y frenara el auto y el otro que era tan cagón que se metió en una calle bien oscura y ahí el taxista ya no se animó a entrar.
Me despedí deseándole buena suerte pero no me escuchó porque aún me decía cuando cerré la puerta, que éramos todos un cagones de mierda, todos maricones, cruzándose sobre el asiento, tratando de que su voz saliera por la ventana que yo había dejado abierta, putos y maricones y después entré a mi casa.

malditas medias

Por el bar pasan muchos vendedores ambulantes. A los únicos que les compro son a los que venden medias. Hay uno en particular que creo que es el que más pasa. Me vende porquerías y cada tanto algo bueno. Las medias son baratas y malas y él le pone onda para venderlas. Hacía como un mes que no le compraba porque cada vez traía peores. Debe ser que consigue lo que consigue y va variando. Estas que trajo ahora no son feas pero no son ni soquetes ni medias altas. Le expliqué ese detalle cuando me las quiso vender y le dije que no me gustaba que se viera esa partecita de la media por encima de la zapatilla. Dale, comprámelas, no se vé, fijate, me dijo mientras me mostraba su zapatilla. Esas son otras le dije, bueno, pero yo las uso siempre. No, no me gustan, no quedan bien, Mirá, yo necesito vender las medias, ¿Cuanto salen?, Tres por quince, Ok, esperame un toque que busco la plata.
Recién me las puse, se ve la media.
Cosas que pasan.

El enano

Sergio trabaja en la cocina del bar. Le dicen Enano. Es así. Enano. Cuando lo conocí, le pregunté si prefería que le dijera Sergio, me dijo, para qué, soy enano, todo bien.
Antes de trabajar en la cocina trabajo algunos meses de cartonero y antes, cargando reses y bajándolas del camión. La idea es que un hombre de 75 kilos, se cruza por detrás de la cabeza y encima de los hombros, una media res de entre 100 y 150 kilos. El enano es macizo como un tronco.
Le pasa, creo yo que por ser enano, que es un hijo de puta. Es un enano de mierda. No lo digo con maldad, la verdad que me parece una gran persona, pero, tiene eso de disfrutar reírse con la desgracia ajena.
Estuvo casado y tiene dos hijos. Cuando se separaron le dió su casa a su ex para que vivan ahí los guachos (dixit) y durmió, mientras le tocó, adentro del Falcon que tenía.
En la época dorada del precio del cartón, salió a cartonear con dos amigos. Durante una temporada de cuatro o cinco meses se dedicó a eso. Uno de sus amigo, me contó feliz y lleno de risas, salió un día solo, bañado y arreglado, porque eran sin duda otro tipo de cartoneros, y le robaron todo, la ropa y decía mientras se reía, picando la cabeza como una pelotita, le robaron todo, hasta el carrito.

Yo pensé que se amaban

Al kiosco de la esquina de mi casa lo atiende una pareja joven. Siempre que voy a comprar algo y los veo, me imagino lo mucho que se aman y creo que son honestos en ese sentimiento. Ella es muy hermosa pero no como en la tele o las películas, tiene la cara blanca y redonda, y sus ojos verdes musgo expresan dulzura y simpatía. Él parece bueno, tiene el pelo largo y enrulado y siempre lo tiene atado. Cara redonda también, barba prolija y liberal.
Me gusta el tono de voz con el que me reciben, sereno, como si salieran del mundo placentero que crean juntos y miraran para afuera y todo lo viesen rosa, hola, que tal, que necesitas, siempre con la voz calma, donde no sólo se escucha, sino que se entiende, sin gritar. Te pago con tanto le grito del otro lado de la reja, porque hasta quiero evitar que caminen de más, son tan amables, se los ve tan bien juntos.
Hace unas semana fui a comprar algo y ella estaba afuera y él estaba adentro. Me extraño esa distancia y me extraño también el modo en que el me habló. No fue descortés pero no tenía la onda suave y floral de otros tiempos. Pensé en ese momento, me cachó mirándole la novia. Era posible. Incluso quizás se molesto por la sonrisa de banana que le hice cuando la saludé. Bueno, me fui pensando en eso y no le presté más atención.
Otra vez fui y él estaba solo. No debe ser nada, pensé, ella estudiará o algo así. Un compromiso. Visita al doctor. Cualquiera podía ser la razón.
Otro día fui y ella estaba pero él no. Al otro día igual y así hasta ahora. Salí a comprar cigarrillos y el kiosco esta cerrado. Un cartel blanco con letras rojas sombreadas de amarillo dice SE ALQUILA.
Yo pensé que se amaban.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Sobre una conversación sin salida

HOMBRE: Te dije que te amaba pero no me escuchaste.
MUJER: Traté pero tus palabras carecían de amor, sólo me gritabas que lo hacías.
HOMBRE: Ese es mi dolor, soy incapaz de transmitir lo que siento.
MUJER: Es tu principal defecto.
HOMBRE: Cada uno es como es, incluso con sus defectos.
MUJER: Los hombres pueden cambiar.
HOMBRE: Las mujeres también, pero nadie lo hace.
MUJER: Por eso entonces la distancia.
HOMBRE: Te grité que te amaba e igual te fuiste con él.
MUJER: No fuiste claro.
HOMBRE: Que dolor entonces imaginarlos tirados en el pasto aquella noche.
MUJER: No pasó nada.
HOMBRE: No me mientas, no hace falta.
MUJER: No es mentira.
HOMBRE: Si lo es. Imaginé hasta los detalles. Él estaba encima tuyo y te acariciaba las tetas. Cómo las quería yo y él las tocaba y todo para qué. Después él se fue. Te entregaste sin sentido.
MUJER: La vida no es sólo eso.
HOMBRE: Para mi lo fue esa vez, qué dolor, no podes imaginarlo.
MUJER: Y el mío, ¿dónde queda mi dolor? Yo te amaba pero vos sólo podías gritármelo, en la distancia te recuerdo y lo que tus palabras decían cobran cada vez más valor pero sólo porque en el recuerdo ya no me asusta escucharte nombrarlas.
HOMBRE: ¿Tan agresivo fui?
MUJER: Lo fuiste.
HOMBRE: Pero dormías con él aquella noche, no te imaginás lo que mi fértil mente vislumbró.
MUJER: Siempre buscando palabras raras.
HOMBRE: Te lo cogiste y yo te amaba, ¿es suficiente claridad?
MUJER: Me gritabas que te dejara.
HOMBRE: Pero porque todo me dolía.
MUJER: Y yo debía comprenderte…
HOMBRE: Ojalá lo hubieses hecho, entonces si hubiese sido amor, alguien me hubiera amado.
MUJER: El melodrama dejalo para más tarde.
HOMBRE: No hables así, no es así como sos vos.
MUJER: Hace mucho que no nos vemos
HOMBRE: Nunca fuiste cruel con tus palabras, solo con tus actos.
MUJER: Vos tampoco me comprendías.
HOMBRE: Traté siempre de quererte.
MUJER: Uno no trata de querer al otro, uno lo quiere.
HOMBRE: Aquella noche en que llovía y corrí a tu casa no valió nada.
MUJER: Sólo el acto heroico.
HOMBRE: Hicimos el amor en el palier de tu casa, yo estaba empapado.
MUJER: No fue eso lo que sucedió.
HOMBRE: Pero si yo lo recuerdo…
MUJER: Subiste primero, te secaste.
HOMBRE: Te golpeé la cola mientras subías la escalera, ahí comenzó todo.
MUJER: Me enojé con vos por hacerlo, ¿no te acordas…?
HOMBRE: Ahora me acuerdo, pero te juro, pensé que aquellas vez…
MUJER: Habrá sido alguna otra vez, recuerdo muchas.
HOMBRE: ¿Entonces qué pasó?
MUJER: Subiste, mi padre dormía en su pieza con su nueva mujer, mi hermana dormía en una cama junto a la mía. Te quedaste en la cocina, chorreabas todo el piso.
HOMBRE: Me acuerdo de esa lluvia, la ciudad estaba inundada. Nosotros ya no estábamos juntos pero todavía nos amábamos.
MUJER: Siempre elegiste la pasión.
HOMBRE: Me era imposible lo otro.
MUJER: Hubiese preferido que fueras diferente.
HOMBRE: Eso no tiene sentido.
MUJER: Lo sé, te amé por como eras pero por ser como sos me hiciste sufrir tanto.
HOMBRE: Yo también sufrí.
MUJER: Los dos lo hicimos, no se trata de eso. Esa noche te quedaste en la cocina, te sacaste la ropa y yo te dí una remera de mi papá.
HOMBRE: Me acuerdo que antes de ir me encontraba en mi casa y que para cruzar algunas calles, de inundadas que estaban, me tuve que sacar las zapatillas y remangarme los pantalones.
MUJER: Yo te espera y sentía en mi un amor que no comprendía. Eras tan esquivo.
HOMBRE: Y vos dormiste con él aquella noche.
MUJER: No es para tanto. No hace falta que vuelvas siempre a eso.
HOMBRE: No sabes lo que me dolió.
MUJER: Pero vos me habías dejado. Me habías dicho que me dejabas.
HOMBRE: ¿Pero no me conocías?, no sabías lo doloroso que es por momentos mi carácter. Te perdía dentro mío antes de decirte que te dejaba. Lloraba mi carácter silencioso.
MUJER: Pero yo no lo sabía.
HOMBRE: Yo sentí que no te amaba.
MUJER: Y yo dormí con él para que lo pensaras.
HOMBRE: Cuánto dolor. Es posible que lo hayas hecho sabiendo?
MUJER: No. En realidad a él lo quería menos.
HOMBRE: ¿Entonces por qué?
MUJER: Por que vos me habías dicho que ya no me amabas. Necesitaba sentirme deseada, era sólo eso.
HOMBRE: Tu sentirte deseada, la vida misma que significabas y mi carácter tan débil y asustadizo.
MUJER: Esa noche mientras te secabas hicimos el amor en la cocina.
HOMBRE: Lo recuerdo. Tenias las manos apoyadas en la mesada.
MUJER: Vos estabas a mi espalda, tenias el cuerpo frío y húmedo.
HOMBRE: Estabas tan tibia y hermosa. Cómo te amaba pero que dolor inmenso me frenaba.
MUJER: Deberíamos habernos quedado juntos.
HOMBRE: Yo también lo he pensado pero éramos tan chicos.
MUJER: Vos eras grande. Recuerdo tus palabras. Incluso en la distancia, alguna vez, recordé lo que me decías sólo para sentirme fuerte.
(pausa)
No debí haber dormido con él.
HOMBRE: No lo digas para que yo lo escuche.
MUJER: Es mi carácter, también yo tengo uno. No debí hacerlo.
HOMBRE: Pero yo te había dejado.
MUJER: No me defiendas. Ya no soy una niña.
(pausa)
HOMBRE: Pero sos todavía hermosa
(pausa)
MUJER: Si no me podes ver
HOMBRE: Pero te recuerdo, recuerdo aquella noche y recuerdo otras, recuerdo un martes.
MUJER: Yo también lo recuerdo.
HOMBRE: Íbamos a recordarlo, te acordas?
MUJER: Íbamos a encontrarnos también, nos habíamos prometido encontrarnos todos los años.
HOMBRE: Si, pero no recuerdo el día
MUJER: Yo tampoco.
HOMBRE: Al final no lo hicimos.
MUJER: Al final te valió más aquella única noche.
HOMBRE: Hubiese preferido que no fuese así. Hubiese querido tener el valor pero no pude.
MUJER: Que triste, yo te amaba tanto.
HOMBRE: Que triste, yo también lo hacía.

Sobre una conversación que tuvimos

ELLA: Estoy tan distraída que ya no sé ni dónde pongo las cosas.
(pausa)
EL: Parece como si siempre cayéramos en lo mismo.
ELLA: No me recrimines nada por favor.
EL: No era eso.
ELLA: Ya lo sé, es que estoy nerviosa.
EL: ¿Pasó algo ayer?
ELLA: Nada que vos no sepas.
EL: Quizás te sentiste mal después de todo.
ELLA: Creo que no dormí bien. Soñé que me corrían, luego que me colgaba de un soga como si tratase de trepar un edificio.
EL: Fijate en la mesita de luz, puede estar ahí.
ELLA: Ya me fijé y no está.
EL: Fijate en la mía.
ELLA: Por qué estaría en tu mesita de luz.
(sale a buscar)
EL: ¿Te puso triste lo que soñaste?
ELLA en off: Me dejó intranquila, nada más.
(pausa)
EL: Ayer discutí con Ernesto.
ELLA: Tenes que escuchar lo que te dice, es una buena persona.
EL: No entiendo porqué cuando trato de explicar algo la gente me da un consejo.
ELLA: Es una forma de ayudar.
EL: Nunca entendí bien eso, ¿encontraste la cajita?
ELLA: (entrando) Si, estaba en tu mesa de luz, no sé cómo la puse ahí.
EL: Quizás anoche cuando llegamos, estabas bastante pasada.
ELLA: Recuerdo que todo me daba vueltas, me debo haber puesto triste si saqué la cajita.
(pausa)
EL: Ernesto me dijo que no era lo mismo desear que hacer.
ELLA: No entiendo.
EL: Le dije de las ganas que siento de que me pasen otras cosas.
ELLA: ¿Por qué no nos separamos?
EL: Por lo menos lo deseo, le dije.
ELLA: Con desear no basta, ¿Qué haces vos por lograrlo?
EL: Eso mismo me dijo él. Me quedé mirándolo un rato y mientras lo escuchaba me repetía que era la última vez que le decía a alguien que me estaba costando vivir la vida.
(pausa)
ELLA: ¿Soñaste algo?
EL: Soñé que estaba en una fiesta pero no me habían invitado. Una casa de fin de semana con pileta, guirnaldas y un payaso. Entraba con alguien, un amigo pero no recuerdo quien. Nos acercábamos a una mesa donde había servida sidra en copas de plástico. Había dos chicas, a una la recuerdo porque me enamoraba al verla. Decidía salir a fumar un cigarrillo y la invitaba a acompañarme. Lo mejor del sueño sucedió en ese momento. Lo más rico de todo. Mientras salía la había mirado y en ese momento supe que me diría que si a lo que le pidiera. Luego nos escondíamos en un pasillo. Comenzábamos a charlar pero yo no lograba relajarme porque sentía que no estaba bien estar ahí. Luego, al volver a mirarla ella se veía extraña. La miraba y trataba de recordar su belleza pero ya no estaba. Al final, antes de despertarme volvía a mirarla y era un hombre, desgarbado y feo. Sonaba fuerte y desafinada una trompeta cuando abrí los ojos.
(pausa)
ELLA: No me di cuenta porque yo ya estaba levantada.
EL: Esto pasó durante la noche, vos todavía dormías.
ELLA: Y por qué no me despertaste.
EL: Traté pero dormías.
ELLA: Tengo el sueño pesado últimamente.
EL: Me gustaría contarle el sueño a Ernesto pero no sé qué va a decir.
ELLA: Seguro te va a aconsejar que empieces una terapia.
EL: Quizás debería.
ELLA: Creo que te ayudaría a aceptarte.
EL: Yo no me niego, es que me cuesta.
ELLA: ¿Qué te cuesta?
EL: Casi todo. Por ejemplo anoche. En la fiesta, cuando te alejaste de mi y empezaste a tomar, sentí que iba a volverme loco.
ELLA: ¿Puede ser que seas tan nervioso?
EL: Yo supongo que son recuerdos del pasado. O miedos. No sé.
ELLA: Me estaba divirtiendo.
EL: Ya lo sé. Sólo que me dolía verte.
ELLA: ¿Por qué?
EL: No sé. Llego hasta este lugar y sé que no tiene sentido.
ELLA: Deberías tratar de concentrarte.
EL: ¿En qué?
ELLA: En las cosas que te gustan
EL: No basta con eso. Trate de explicarle a Ernesto que no basta con eso.
ELLA: Porqué no haces como el resto, te relajas, tratas de disfrutar de las cosas.
EL: ¿Qué cosas? Nunca entiendo bien de qué se divierte la gente.
ELLA: No siempre fuiste así.
EL: Es verdad. Me acuerdo de otras cosas que me pasaron.
ELLA: Te pones tan triste
EL: No sé que estoy haciendo.
ELLA: ¿Con qué?
EL: Con la vida.
ELLA: No podes ser más específico.
EL: No sé. Algo me pasa, me pongo triste.
ELLA: ¿Por nada?
EL: No, por nada no.
ELLA: ¿Y entonces por qué?
EL: Debe ser que me siento solo.
ELLA: Por que no nos separamos.
EL: O que mi carrera no avanza en ninguna dirección.
ELLA: Tenes que confiar en la constancia.
EL: Eso me dijo Ernesto ayer.
ELLA: Hablaste con él en la fiesta.
EL: Un poco en el baño y después cuando nos trajo a casa.
ELLA: Pensé que habíamos vuelto en taxi.
EL: Nos trajo él, ¿En serio no te acordas?
ELLA: Me acuerdo de despertarme en la cama sintiéndome intranquila.
EL: No parecías tan inconsciente, incluso conversaste un rato antes de acostarte.
ELLA: Deben ser los exámenes que me tienen preocupada.
EL: Hablaste de eso y Ernesto te dijo que preocuparse no sirve de nada.
ELLA: Siempre sabe que decir.
EL: Pero no sirve para nada.
ELLA: Estas tan empecinado en quedarte solo.
EL: No lo hago a propósito.

viernes, 13 de noviembre de 2009

día dificil en el trabajo

Ya no soporto el supermercado.
A la hora del almuerzo subo a la terraza y fumo unas secas. Trato de controlarme por que sé que me paranoiqueo si fumo mucho. Pero hoy no sé qué me pasó. Me fumé uno entero.
Cuando bajé me encontré a la encargada. Me quedé parado en la escalera con la boca abierta. Con la única persona que no quería encontrarme era con ella. Al medio día la había mandado a cagar haciéndole una seña con la mano y dándome vuelta. Se puso furiosa, me dijo que si no me gustaba estar ahí, me podía ir cuando quisiera. Me hizo acordar a mi vieja cuando me echaba de la casa y me dio risa. Ahora me la tenía que encontrar. Vino toda muy seria y me dijo que Ramiro quería hablar conmigo.
-muy bien, le dije, voy al baño y después subo.
-bueno, no hay problema, me dijo ella. Se quedó parada ahí. Después me dí cuenta de que era porque yo estaba todavía en la escalera.
Fui al baño y me lavé la cara con mucha agua. Me mojé detrás de la nuca y me hice unos buches. Me miré los ojos. No muy rojos, nunca se me ponen muy rojos. Eso si, un sabor horrible. Y no tenía chicles. Me hice un buche con jabón y salí.
Hace once meses que trabajo acá. No hay mucho trabajo así que ni siquiera me puedo arriesgar a ir de un trabajo de mierda a otro. Tengo que cuidar mi mierda. Tengo que defenderla. Es un lindo país este sin duda.
Ramiro no me cae mal. Es algo así como un tipo piola. Lo que lo diferencia de los otros tantos encargados que he conocido en mi vida es que no usa el látigo para mantener el orden. No usa la fuerza, usa la cabeza. No es que sea menos hijo de puta que los otros, sino que es un vivo hijo de puta. Un tipo así con algún ideal serviría para algo. Un tipo así sin ideales sólo puede hacer carrera en un supermercado. Va a llegar a gerente seguro, al menos, a gerente de turno.
Yo nunca voy a llegar a eso. No se si está bien o está mal.
El tipo estudió y todo. Técnico superior en administración de supermercados o algo así. Está orgulloso de su trabajo.
Llego a la oficina que queda al final del pasillo después de las escaleras, golpeo y entro. Es un cuartucho mugriento pero tiene aire. Que bien se está con el aire. Huele a cigarrillos y a frío y tiene las paredes cubiertas con estantes llenos de biblioratos con los meses del año, uno al lado del otro, desde el 2005 hasta ahora. Un cenicero rebalsa sobre el escritorio perdido entre un lío de papeles. Ramiro está sentado detrás y en el espejo de sus lentes puedo ver que está chateando por MSN.
-Sentate Julián- me dice sin levantar la vista. Se hace el que trabaja. Todos fingen que son otra cosa, algo más.
-Gracias-. Me siento. Después me mira un segundo a los ojos y luego baja la vista para buscar un sobrecito de azúcar. Tiene un vaso lleno. Saca uno, lo agita un apoco, rompe una puntita y lo vacía dentro de la tacita. Me tomaría un café, pienso, tomaría aunque sea agua. Siento un peluche en la boca. Comienza a hablar.
-Estuve hablando con Verónica por el inconveniente que tuvieron hoy al medio día-. Hace un silencio, saca la cucharita, la deja a un lado y se lleva el café a la boca. Puta madre, sí que lo está disfrutando. Casi que me dan ganas de decírselo.
Después sigue.
-En este lugar hay posiciones jerárquicas que tienen que ser respetadas-.
Me importa un huevo, pienso.
-Te guste o no, Verónica es tu encargada y vos no podes contestarle mal-.
-Ella me habló mal primero le digo interrumpiéndolo-.
-Dejame hablar Julián-.
Lo dejo hablar.
El sigue.
-A mi me parece que vos tenes un problema con la autoridad-. Mientras lo escucho me voy enojando. Que me diga eso me dan ganas de tener un problema con la autoridad.
Trato de contestarle pero me repite que lo deje hablar. Y encima lo hace de modo simpático, amable. Se pone serio pero no parece que me esté retando, es casi como que me está dando una lección de vida.
-Y no es sólo eso. Te dije ya varias veces que se tiene que ver el nombre de la empresa en tu delantal. Que si te queda incomodo lo cortes pero que no lo dobles así por que no se ve-.
Está así por que vengo del baño. Se lo digo, le explico que es porque vengo del baño, me responde que no le dé una excusa. -Aparte, me dice, te veo leer el diario-. Le digo que sólo leo los titulares pero que no lo hojeo.
-Ese tipo de respuestas sólo me confirman tu problema con la autoridad, no quiero que me des esas excusas-. Toma la tacita otra vez entre sus dedos y de un trago se acaba lo que le queda.
-Te vamos a suspender por tres días-, me dice mirándome a los ojos.
Le pregunto si puede ser este fin de semana porque estaba pensando hacer un viaje y me vendría bien que se juntaran los días.
Me mira con sorpresa.
-Ves, me dice con voz desarticulada, ese es el tipo de respuestas que vos no me podes dar-.
Le pregunto por qué no. Le explico que estoy tratando de ser honesto.
Se tira hacia atrás en la silla, poniéndola en dos patas y me dice que no tengo que ser soberbio, que le extraña que yo a mi edad no haya comprendido cómo son las cosas. Sigue hablando y yo mientras tanto pienso. En este lugar se quedan con la mitad de mi paga y también con la de mis compañeros, son la reglas pero no me gustan. Me dan ganas de decirle que él no es ninguna autoridad, esto no es más que un supermercado. Le digo otra cosa.
-Vos me queres castigar, eso no tiene sentido. Ella me habló mal, yo sólo le respondí-. De a poco va perdiendo la paciencia. Espera que yo se lo haga fácil y baje la cabeza.
-Me extraña, repite, que vos a tu edad no comprendas estas cosas. Tenes 28 años me dice. 28 años, repite-.
Tengo 29 pienso.
-Si no te gusta acá te podes ir-.
-A mi me gusta acá, la verdad es que no entiendo por qué me decís eso, lo que a mi me gustaría es que me paguen 300 pesos más, estar más tranquilo-.
Sonríe. -Y ahora no-. Me dice y abre la manos como explicándome que con mi actitud las cosas no se consiguen. -Este no es el modo de pedirlo-, agrega como si no hubiese quedado claro.
-Y claro que no, le digo sonriéndole, y ahora me vas a suspender-.
-Tres días-, me dice y mira la computadora como si estuviese haciendo algo.
Le repito, -puede ser que me coincidan los días con el fin de semana-.
-Tu soberbia no te va a llevar a ningún lado Julián-.
-Me trajo hasta acá y todavía no me quejo-, le respondo. Por un segundo pienso en lo que estoy haciendo pero no logro que me importe. Más que nada me gustaría quedarme discutiendo todo el tiempo que sea posible, ahí sentado, sin trabajar, jugando a la lucha con el empresario de supermercados. Se está bien con el aire acondicionado.
Le pregunto si me piensa mandar un telegrama explicando la razón de la suspensión.
Me dice que ese no es el modo en que ellos se manejan. Le digo que es la ley y me tiembla un poco la voz porque sé que me estoy arriesgando mucho y por nada.
-Acá hay algunas reglas que son claras. Cuando vos entraste a trabajar se te explicó que se iba a pagar un sueldo de medio tiempo por trabajar tiempo completo. Vos lo aceptaste-.
-Si, pero yo necesitaba trabajar y si decía que no, no me contratabas, no me podes decir que yo lo acepté, no tuve opción-.
Me mira cómo preguntándome para qué le digo eso. Eso él ya lo sabe, por eso pueden contratar gente por tan poco dinero.
-Este es un lugar serio, esto no es un bolichito cualquiera Julián. A mi me parece que vos no estas cómodo acá-. Pone los antebrazos sobre el escritorio y por primera vez desde que comenzó la conversación parece enojado y serio.
-Nosotros no te vamos a mandar un telegrama, ya te dije que ese no es el modo en que hacemos las cosas-.
-Está bien-, le digo, me tiembla la voz o es la sensación que tengo. -Entonces no me doy por avisado y vengo a trabajar igual-.
-Me parece que vos no me estas entendiendo-, me dice levantando el culo un poco de la silla y apoyándose en los antebrazos que todavía tiene sobre el escritorio.
Le pregunto si puedo fumar.
Me mira como lo hacía mi padre antes de pegarme.
-Vos sos un maleducado, me dice, y tu soberbia te va a traer muchos problemas en la vida-.
¿Entonces no?, le digo mientras guardo el cigarrillo en el paquete.
Le digo, aunque sé que en cualquier momento me echa, al menos de la oficina, que la ley dice que ellos me tienen que mandar un telegrama, que es así como un empleado se da por avisado, que de otro modo no me pueden suspender, que voy a ir a trabajar igual.
-Va a ser peor para vos-, dice mientras se pone de pie.
-Volvé a trabajar Julián, voy a hablar esto con Omar y después te aviso-. Omar es el gerente del supermercado y también el hijo del dueño.
Me levanto de la silla todavía sintiendo ganas de discutir pero ya me cortó las alas así que no me queda otra que irme.
El resto del día fue muy malo. Me comí la cabeza durante las tres horas que me quedaron. Un cliente me preguntó donde quedaba algo y en vez de mandarlo para cualquier lado como hago siempre le dije donde podía encontrarlo. Si me echan tengo que salir a buscar trabajo y eso va a estar difícil aunque no me asusta tanto. Pero igual sentí miedo, miedo a otra cosa, como si desafiar la autoridad me asustara más que las consecuencias.
Todos se mantuvieron alejados de mi durante el resto de día o yo los esquive sin darme cuenta. La encargada me habló dos veces pero ni me miró a los ojos. Ramiro, en cambio, me saludó como si nada cuando me iba. Todo muy raro. No sé que va a pasar mañana.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Filosofía y supermercado

Una de las críticas que Aristóteles le hace al Mundo de las ideas de su maestro Platón, es que no se explica cómo si los mundos están separados, se conectan.
Con esta algarabía de pensamientos quiero dar introducción a un postulado que iré pensando mientras escriba. Me gustaría, como otros logran, pensar una idea y desarrollarla mientras deambulo por la ciudad haciendo uso de mi tiempo libre, pero trabajo en un Súper casi todo el día así que me cuesta pensar cosas que no tengan que ver con la vida de mierda que voy llevando y con fumarme un porro apenas llegue a la piecita donde vivo.
Entro a las doce del mediodía y salgo tipo nueve. A las dos de la tarde voy cayendo en la cuenta que de seguir el ritmo natural , este día es otro perdido. Hay que comer, es cierto. Hay que comprar ropa linda para coger chicas lindas que disfrutan de la ropa linda. Ojalá tuviese auto. Pero no, no creo que pase.
La gente me dice que sea más optimista. Yo pienso que me están tomando el pelo. En sus casas deben ser optimistas. Seguro.
Me pagan la mitad en blanco y un poquito en negro. Lo otro que la ley dispone para mi, por derecho, pongámosle, se lo quedan ellos por ser más fuertes.
La idea de que siempre que una persona te pueda cagar lo va a hacer, se expresa en su totalidad en el Súper.
El encargado se llama Ramiro. Me da la impresión de que siempre está limpio. Tiene unos 32 años, es decir, no me lleva más que unos años.
Hablamos la otra vez de sueldos. Yo en mi cabeza pensaba en el mundo de las ideas y él, en la suya, pensaba en la realidad. Darwin, que era un degenerado, pensó una teoría que llevada a la sin razón, justifica la violencia.
Debe ser que todos quieren vivir bien sin importar cómo lo consiguen. Otros lo hacen, se dicen entre ellos, y así se justifican.
Entonces pienso en la idea esa de Platón, en el mundo de las ideas y en el otro. El fuerte vive en la tierra y el débil en el mundo de las ideas. Mis ideas son arto mejores que las de ellos. Mi mundo es irreal. Cambio latas de lugar y le explico a la gente donde quedan los productos. La verdad es que les miento. Siempre los mando para otro lado.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

ese otro soy yo


No sé, pienso que quizás haya alguien entre nosotros y creo que soy yo.
Cuando decidimos que ya es hora de dormir, decisión que por lo general es arbitraria y que rara vez es por necesidad, cierro la puerta de la habitación y me escucho, porque supongo que soy yo de todos modos, caminar por el resto de la casa.
Incluso cuando ya estoy acostado y la miro con miedo de romperla me escucho caminar y hacer ruido con los pies, correr desde la entrada a la cocina o simplemente tirar la cadena del baño para dejarme pensando en que quizás deba levantarme para orinar otra vez porque, aunque no tenga ganas, al escucharme en el baño sé, que si yo he ido es porque debo ir, y me levanto y voy despacio hacia la puerta, giro la llave que cierro para no dejarme entrar y la abro (felizmente) seguro de no encontrarme.
Vuelvo del baño y la veo distraída, la extrañé tanto y siento que no me extraña. Es que para ella sólo fui al baño y empiezo a justificarla, pero no es simplemente eso, es que nunca me siento tan solo como cuando voy al baño.
Cierro otra vez con llave. Mientras me acuesto tratando de no sentir miedo, acostado a su lado, tocando con mis piernas sus piernas, me imagino golpeando la puerta tratando de entrar, de romper, de atravesar, de forzar y violar todo lo que yo, desde dentro, trato de mantener inmaculado, precioso y virgen de mi mismo, de mi destrozante lado que no es otro que mi lado, que yo, que permanezco afuera mientras adentro no se quien está, quién duerme junto a ella y toca las piernas que comería con gusto a la vez que destrozaría sin otra intención que la de poseer del único modo posible, es decir, la poseería con mis dientes, la comería para que no escape.
Los escucho y sé que se besan, que él, es decir, que yo, beso su cuerpo que me pierde y me lleva con su ternura, la que nunca sentí, el sentimiento de fragilidad que tanto me atemoriza, lo bello envuelto de fragilidad que quizás sea la única forma de lo bello, su característica de efímero, de volátil, eso que tiene que dejar de ser para que sea, para que exista, y la beso y me pierdo tratando de no escucharme.

La tropa del General

(El lugar parece un salón de clases. Es amplio, tiene un escritorio y en otro costado un placard. Hay una ventana con cortinas oscuras y cerradas y una puerta. El General está sentado frente al escritorio escribiendo en un cuaderno cuando el Coronel entra.)

CORONEL: La tropa está alicaída mi General.
GENERAL: ¿Qué les pasa mi Coronel?
CORONEL: Dicen que tienen hambre, que hace semanas que no toman más que caldo.
GENERAL: Explíqueles que es lo único que tenemos.
CORONEL: Tienen frío también mi General.
GENERAL: Es porque no comen, pero por ahora es lo que tenemos.
CORONEL: Disculpe, pero la tropa insiste.
GENERAL: Dígales que de un momento a otro, nos va a llegar comida.
CORONEL: Dicen que eso ya lo escucharon y se preguntan para cuándo.
GENERAL: Pero dígame mi Coronel, usted va a seguir mucho tiempo con estas preguntas pelotudas?, qué quiere que le diga, es lo que tenemos.
CORONEL: Discúlpeme mi General, pero: tropa alicaída tropa que se revela.
GENERAL: Muy bien mi Coronel…

(respira cerrando apenas los ojos)

GENERAL: Me agarra a un par medio salidos de las normas y les pega una buena viava delante de todos. Pero eso sí, que los asuste, no que los enoje.
(El Coronel sale)


(Al rato)
CORONEL: La tropa no se lo tomó a bien mi General.
GENERAL: Qué dicen?
CORONEL: Que usted no sabe nada y que nos van a matar a todos.

(El General le da una cachetada con el revés de la mano sobre el rostro)

GENERAL: ¿Y qué hizo al respecto?
CORONEL: Desnudé unos revoltosos y los obligué a caminar hasta las trincheras enemigas.
GENERAL: Muy bien hecho mi Coronel. Me gusta el detalle de la desnudes, no sólo los mata, sino que amedrenta al resto con la vergüenza ajena.
CORONEL: Muchas gracias.
GENERAL: Entonces ¿todo quedó calmo?
CORONEL: Si mi General.
GENERAL: Una cosa más mi Coronel, hoy a la mañana lo vi espiarme mientras me afeitaba.
CORONEL: Eh…
GENERAL: No es la primera vez que lo veo.
CORONEL: Le tengo mucha estima mi General, afeitarse con este frío…

(Junta los talones)

GENERAL: ¿Y por qué escondido?
CORONEL: A usted no puedo mentirle. Me gusta mirar a las personas. Soy mirón.
GENERAL: Voyeur querrá decir.
CORONEL: Puede ser. Usted sabe tantas cosas.
GENERAL: Su obsecuencia me cansa. Retírese.
CORONEL: Si mi General. Lo siento mi General.
(Sale)

(Al rato)
CORONEL: Mi General la tropa se levantó en el sector 8 del Ala 102
GENERAL: ¿Cómo puede ser posible? Usted es un inútil.
CORONEL: La tropa tiene hambre.
GENERAL: Esa no es una respuesta. ¿Cuál es la situación?
CORONEL: Por el momento está contenida dentro del sector. De ser necesario he dado la orden de clausurar el Ala 102 dinamitando los pasos.
GENERAL: ¿Qué es lo que le pasa mi Coronel?, ¿No puede mantener a la tropa calmada?
CORONEL: Mi general, creame, no quiero defraudarlo, pero la tropa está cada vez más enferma y delgadita. Usan sus últimas fuerzas contra nosotros.
GENERAL: Esos traidores. Si así quieren comportarse, muy bien. Cierre la 102 ahora mismo. Quiero que los aísle y que se mueran de hambre o que se maten los unos a los otros
CORONEL: Brillante mi General.
GENERAL: ¿Le parece mi Coronel? Lo dije en un momento en que también me tire un gas, hace años que tengo piedras en los riñones, nunca tuve tiempo de sacármelas con esta guerra.
CORONEL: Siempre tan sacrificado con la causa, por eso es tan admirable.
La tropa reaccionará bien, los que no se rebelen van a luchar contra los revoltosos por miedo a las represalias.
Dentro del Ala 102 permanece todavía el grupo de contención pero podré sacar a la mayoría. El resto son bajas considerables.
GENERAL: Usted es un sanguinario, no sé cómo puede pensar todas esas cosas.

(reflexivo)

GENERAL: Por otro lado, que bien que eligió su profesión, en cualquier otro lugar hubiera desentonado. Se puede decir que la guerra le vino bien a su carácter
CORONEL: Gracias. Así lo sentí desde que todo comenzó.
GENERAL: Y a qué se dedicaba antes?
CORONEL: Trabajaba en una corporación mi General, en el área contable.
GENERAL: ¿Y era feliz?
CORONEL: No. Esperaba que la vida fuese más que números.
GENERAL: La vida no es lo que uno espera.
CORONEL: Disculpe, pero yo quería que mi vida fuese otra cosa y lo fue.
GENERAL: Esto no se acaba hasta que se acaba.
CORONEL: No me hable del tiempo que me da nausea.
GENERAL: Usted es un marica mi Coronel, se lo digo por si no lo sabe.
CORONEL: Nunca dudé de serlo, pero no me tiembla el pulso y esa es una cualidad.
GENERAL: Usted habla muy bien de usted.
CORONEL: Yo soy de los que piensan mucho.
GENERAL: Gran desdicha la suya entonces, lo siento por su familia.
CORONEL: No tengo, nunca tuve.
GENERAL: ¿Y por qué?
CORONEL: Soy huérfano.
GENERAL: Puta. Que infortunio el suyo.
CORONEL: Hay vidas peores. Pero es por eso que pienso mucho y soy mirón. Me gusta ver como es la gente común y después los imito. Así me eduqué para salir adelante en la vida.
GENERAL: Sus pensamientos me exasperan.
CORONEL: Mi General, pensar me calma.
GENERAL: Usted está loco mi Coronel. Retírese a hacer lo que se le ordenó.
CORONEL: A la orden mi General
(Sale)

(Al rato)
CORONEL: Mi General, las cosas no salieron bien.
GENERAL: ¿Qué pasó?
CORONEL: La 102 se levantó y el grupo de contención se les unió. La revuelta avanza a paso firme y veloz, ya han tomado las 101 y 103 y mientras hablamos todas las Alas del sector Norte se les terminaran uniendo.
GENERAL: ¿Quien los dirige?
CORONEL: Un tal Sargento Piedrabuena.
GENERAL: Usted es un inútil.
CORONEL: Lo sé mi General.

(Le pega una cacheta en el rostro)

GENERAL: Mande ya mismo a cerrar todo el sector Norte.
CORONEL: Pero…, en el sector norte se encuentra la artillería pesada.
GENERAL: ¿Quién se lo preguntó?
CORONEL: Nadie mi General. Pero sin la artillería no vamos a poder avanzar en la guerra
GENERAL: Usted sabe tanto como yo que esta guerra está perdida. En este momento nuestro enemigo es interno, esa es la prioridad.

(El general piensa)

GENERAL: Y qué es lo que pide el Sargento ese?
CORONEL: Todavía no he podido ponerme en contacto con él mi General.
GENERAL: ¿Y qué está esperando?
CORONEL: Nada señor, es que primero me pareció adecuado contarle a usted la situación.
GENERAL: Usted, mi Coronel, es un inservible, viene hasta acá sin tener nada bueno que decirme y encima ni siquiera tiene información útil
CORONEL: Lo sé mi General, es que me puse nervioso por lo que conversamos antes.
GENERAL: ¿De qué habla?
CORONEL: Nunca le había dicho a nadie que yo era gay, usted parece conocerme tanto.
GENERAL: Estamos en guerra y con un motín en el sector norte y usted se distrae pensando en eso.
CORONEL: Es que yo pensé que era un secreto.
GENERAL: Todo el mundo lo sabe.
CORONEL: ¿En serio?
GENERAL: No sea idiota. Ahora cierre el sector Norte. Luego se pone en contacto con el sargentito este y me lo trae hasta acá para hablar, ¿comprendió?
CORONEL: Si mi General, a la orden mi General.
(Se retira)

(Al rato)
CORONEL: Mi General, buenas noticias. Hemos cerrado el sector con éxito.
GENERAL: ¿Y del Sargento qué se sabe?
CORONEL: Mejores noticias
GENERAL: Dígame.
CORONEL: Lo atrapamos. Lo engañamos diciéndole que le mandábamos comida.

(Ríe como un adolescente que ve tropezar a un extraño en la calle)

GENERAL: Lo felicito ¿Dónde lo tienen?
CORONEL: Ahora mismo lo están trayendo para acá.
GENERAL: Muy bien. ¿Los otros sectores cómo se encuentran?
CORONEL: Siguen con hambre pero ya ordené que le repartieran otra vuelta de caldo mi General.
GENERAL: No se de qué se quejan.
CORONEL: Nada les alcanza.
GENERAL:¿Una copa de vino mi Coronel? Justo estaba por probar un queso francés, no se si lo conoce, brie.
CORONEL: No lo conozco pero me gustaría.
GENERAL: Hágase amigo, como en su casa.

(El Coronel se acerca a una mesa con quesos y vino)

GENERAL: Discúlpeme que antes lo haya tratado mal mi Coronel.
CORONEL: No fue para tanto.
GENERAL: Tengo un carácter difícil, lo sé.
CORONEL: No se crea, es usted una persona muy dulce.
GENERAL: No trate de hacerme sentir bien mi Coronel, ya le pegué dos veces en lo que va del día.
CORONEL: Lo necesitaba mi General.
GENERAL: Sé que está tratando de hacer, pero yo me conozco. No es que sea violento, es el trabajo lo que me pone así. Antes de la guerra era maestro de secundaria.
CORONEL: Ya sabía yo que estaba educado.
GENERAL: No es para tanto, era profesor de educación física.
CORONEL: Es lo mismo, trabajaba en un colegio.
GENERAL: Apenas por algunos meses, luego comenzó la guerra.
CORONEL: Si, unos meses, pero más que la mayoría. Yo quisiera tener ese tipo de experiencia.
GENERAL: Fue mejor así, no tolero a los adolescentes.
CORONEL: ¿Quién los tolera?
GENERAL: Hay gente que lo hace.
CORONEL: Locos, cualquier persona sana no da nada por un adolescente.
GENERAL: Usted es insoportable mi Coronel.
CORONEL: Por eso me gustaría ser como usted.
GENERAL: Yo tengo un carácter de mierda.

(Le pega otra cachetada)

CORONEL: Yo sé que usted es un hombre bueno.
GENERAL: Usted es un pelotudo.
CORONEL: Me agrada que me reconozca tan fácilmente.

(El General está al borde de un ataque de nervios)

GENERAL: ¿Y el Sargento dónde está?
CORONEL: Ya debe estar llegando mi General.

(El Coronel se asoma a una puerta)

CORONEL: Ahí lo traen.

(El Coronel le da un beso al general)


(El Sargento lleva las manos esposadas en la espalda. Es delgado y tiene la piel de la cara pegada a los huesos. Un soldado lo entra, lo sienta en una silla y luego se retira)


GENERAL: Así que usted me quiere arruinar la fiesta

(El Coronel ríe un corta risita)

GENERAL: Así que usted se piensa que la tiene más larga que yo.

(Casi que le tirita el culo al Coronel)

SARGENTO: Mi General tenemos hambre.
GENERAL: No quiero excusas, quiero que me responda.
SARGENTO: ¿Qué cosa mi general?
GENERAL: Quiero que me responda si se piensa que la tiene más larga que yo.
SARGENTO: No lo sé mi General. Puede ser que si.

(El Coronel se adelanta y le da una cachetada)

CORONEL: En este cuartel nadie la tiene más larga que mi General, ¡¿Entendió Sargento?!

(El General lo mira incómodo pero satisfecho)

CORONEL: Responda correctamente la pregunta que se le ha hecho.
SARGENTO: Lo siento mi Coronel pero no quiero mentir.

(El Coronel lo golpea otra vez)

GENERAL: Sáquele los pantalones. Si la tiene más larga que yo, le corta lo que le sobra.

(El Coronel le saca los pantalones ante el forcejeo del sargento que guarda silencio)

(Luego, los dos observan el miembro del Sargento quien les devuelve una mirada luchadora y orgullosa. Ninguno de los dos logra reaccionar. Hablan como si hablaran para si mismos)

CORONEL: No entiendo si tiene las piernas muy flacas o la tiene demasiado ancha.
GENERAL: Si yo tuviese lo que le vamos a cortar, seguro que mi mujer no me abandonaba.

(El General mira a los ojos al Sargento)

GENERAL: Me gustaría mentirle Sargento, pero al menos le vamos a cortar la mitad.

(Silencio. El Coronel y el General le dan una ultima mirada a la pija del Sargento)

GENERAL: Adelante mi coronel, haga su trabajo.

(El Coronel duda)

CORONEL: Lamento lo de su mujer.
GENERAL: No sea idiota.
CORONEL: Mi General.
GENERAL: Mi Coronel.
CORONEL: No puedo hacerlo. Me parece un desperdicio.

(El General le da una cacheta)

GENERAL: Es todo su culpa.
CORONEL: Lo sé.
GENERAL: Haga lo que se le dice.
CORONEL: Es una crueldad.
GENERAL: Usted ha hecho cosas peores mi Coronel.
CORONEL: No se crea mi General.

(El Coronel baja la cabeza con resignación y va a buscar un cuchillo a la mesa de quesos)

SARGENTO: Pero esto no tiene sentido, tenemos hambre, sólo por eso nos revelamos.
GENERAL: ¿Usted cree que es fácil Soldado? Tengo muchas cosas con las que lidiar.
SARGENTO: Pero cómo me la va a cortar mi General. Soy pobre, es lo único que tengo para ser feliz.
GENERAL: Tendría que haber mentido, tendría que haber aceptado que yo la tenía más grande.
SARGENTO: Pero no puedo mentir sobre lo que soy mi General. No tiene sentido.
GENERAL: Mentir, es a los demás Sargento.
SARGENTO: Por favor, no puede ser todo una cuestión de poronga.
GENERAL: No es usted quien me dice cómo son las cosas, soy yo quien lo dice.
SARGENTO: Necesitamos comida.
GENERAL: No hay, la guerra es difícil Sargento.
SARGENTO: Tengo soldados que llevan casi ocho años en el frente, yo mismo no he vuelto a mi casa en seis.

(El Coronel se acerca con el cuchillo)

CORONEL: Deje de repetir la misma frase Sargento, el General le ha explicado que no hay.
SARGENTO: Deberían dejarnos ir, nos estamos muriendo.

(El Coronel le pega una cachetada)

CORONEL: No sea insolente Sargento.
SARGENTO: Por favor mi Coronel, no lo haga.

(El Coronel mira al General esperando que este lo frene)

GENERAL: ¿Qué quiere? Que lo deje ir sabiendo que la tiene más larga que yo. ¿Se volvió loco?
CORONEL: De ninguna manera mi General. Démelo.

(El Sargento abre los ojos)

GENERAL: Y porque debería acceder yo a eso.
CORONEL: Aleccionaría al batallón. Si se la cortamos su fama crecería. Podría llegar a tamaños exagerados.
GENERAL: Mártires. Los odio.

(Luego de pensar un rato)

GENERAL: Está bien, pero que lo decida él.

(El Sargento mira al Coronel, luego al General)

SARGENTO: Antes córtemela.

(El General mira al Coronel y este, con lastimera expresión, avanza un paso)

SARGENTO: No. Espere. Déjemelo pensar un segundo más.


FIN

viernes, 6 de noviembre de 2009

Antonelisima

Vos sos hermosa pero yo no puedo ser nada.
No puedo ser nada porque todo el tiempo me pongo nervioso pensando en cómo sostener el presente que tengo miedo que se rompa, que yo diga lo incorrecto o que simplemente deje de ser yo mismo y sea, como imagino, constantemente, yo solo.
Vos podes poner una casita de juguete con una macetita de juguete y apoyarla sobre el lustroso piso de madera marrón claro y sacarle una foto y dar la impresión de que sos gigante y ese día mientras tranquila eras, entraba el sol por tu ventana y yo pienso que si estuviese ahí no podría disfrutarlo, no podría decir, mira que hermosa, esto se debe parecer a la paz que los demás sienten pero yo entonces, en ese momento, sentiría que algo se cae o está a punto de romperse y no son mis ideas sino mi mente que me empuja como diciéndome que salga antes de que yo haga estallar las cosas.
O quizás sea apatía, desamor por la vida, desinterés o desprecio porque me pasa que veo la foto y veo la maceta y te imagino feliz realizando las acciones que hacen que tu vida sea tu vida y no me imagino como yo podría ser feliz mientras imagino, si, tu felicidad, el hermoso piso de madera y el sol entrando por la ventana, estrellándose contra la madera encerada y brillante y casi me miento y pienso que es de mañana, o la temprana tarde, y a través de los rayos del sol pueden verse salpicados los polvos que vuelan sin que los veamos.
Que pena me da entonces imaginar las cosas que no poseo, aquellas de las que mi carácter está privado porque yo nunca pude decirte que no te amaba ni por qué era para mi imposible hacerlo, nunca te dije que no existía en mi la tranquilidad de estar observando como vos eras feliz y yo sin embargo nada, sintiendo el pulso del tiempo y el azar que lo transforma todo.

como Riquelme, pero con la cancha vacía

Estuvo lloviendo durante un rato pero no mucho. Sentado frente a la compu veo por la puerta, la terraza mojada y el cielo que está tristón y gris.
Abajo, un norteamericano de Luisiana canta Aleluya con acento sureño de película. Todo triste pero bien calmo.
Mientras me estoy acá sentado, pienso que es posible que no suceda eso que yo venia soñando y hago fuerzas para no ponerme triste.
Ayer pensaba que la vida es lo que sucede.
Esto es lo que sucede.
Hace días que no voy a trabajar. Me enfermé y después fingí seguir enfermo. Es posible que me echen pero no puede ser el fin del mundo. Quizás sea un comienzo. Pero acá en Baires soy tan débil por momentos, que nunca se sabe.
Leí Musulmanes de Mariano Dorr.
Un loco. Mientras lo leí me sentí bien, no creo que un libro te pueda entregar otra cosa.
Ya le cambié dos veces el nombre al blog. No me convence ninguno y pensé en lo de Riquelme porque me imagino que con la cancha vacía no debe tener sentido hacer esos goles.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Fernández y el inspector

Un hombre, puede ser un empresario, es encontrado muerto, colgado de una viga que atraviesa su oficina, con su propio cinturón.

El inspector Echeverría es quien acude luego de la denuncia. Junto con él entra el novato oficial Fernández.

Es una oficina que queda en un edificio lujoso del centro. La habitación es bastante grande y toda la pared del fondo es un inmenso ventanal. El empresario aun continúa colgado. Todo indica que el empresario se suicidó, debajo de él hay una silla caída.

El inspector observa la habitación buscando algo que resulte fuera de lugar. Tenía deudas pregunta, hablaron ya con alguien, la secretaria hizo la denuncia, ella lo encontró. Al parecer el empresario pasó toda la noche en su oficina, otras veces lo había hecho dijo la señorita, y cuando ella llegó, lo encontró colgado. ¿Dónde está en este momento? Se la llevó la ambulancia presa de un ataque de pánico.

Algunos uniformados se disponen a bajar el cuerpo, uno de los hombres levanta la silla y parado sobre ella, estirándose, trata de cortar el cinturón con una pequeña navaja de bolsillo. Mientras trata, el inspector nota que los pies del muerto apenas están a la altura de la silla. Le grita al policía que se detenga, pare con eso, hey usted, deje el muerto colgando, eh? le dice el otro medio distraído, sin comprender por qué alguien le está hablando, que deje al muerto ahí y se baje de la silla, el otro obedece, mientras baja de la silla pronuncia fuertemente, si señor.

El inspector se acerca hasta la silla y la pone sin esfuerzo debajo de los pies del empresario. Apenas con las puntas está parado. Mira enrededor de él, Fernández, si inspector, sacase el cinturón, ¿Cómo?, que se saque el cinturón Fernández, ¿para qué señor?, quiero que se suba a esa silla y trate de colgar el cinturón como si fuese a horcarse. Fernández lo observa incrédulo durante algunos segundos. Piensa que de todos modos debe hacerlo y después, los demás, se van a burlar de él, por qué el inspector le pide semejante cosa , es porque es un boludo y todos lo saben o por lo menos ahora todos lo van a saber; qué espera, lo sorprende la voz del inspector, y cómo si no pudiese aun reaccionar, se escucha decir, y por qué yo? Pero que dice Fernández? Se piensa que soy su madre, porque yo se lo digo Fernández, porque yo se lo estoy pidiendo y porque usted mide aproximadamente lo mismo que el muerto y quiero saber que es posible que usted se ahorque siguiendo los mismos métodos. Suficiente Fernández?

La prueba no dura mucho, Fernández no encuentra el modo de colgar el cinturón y luego colgarse con este. Lo hace durante algunos minutos. Luego el inspector se retira pero Fernandez no lo ve, sigue tratando, concentrado en lograrlo.

Cuando sale, el inspector le dice a su segundo, a este, me lo pones en un patrullero mañana por pelotudo.

Mientras tanto, Fernández, medita.

¿Por qué no lo hice y listo? Ahora todos se van a reír de mi, cómo le voy a preguntar y por qué yo, que pelotudo, no es posible que alguien diga semejante cosa en un momento así. ¿Y si le explico al inspector que yo nunca había visto un muerto? Y si voy y le digo, discúlpeme, estaba un poco perturbado por lo del muerto, sabe, yo nunca había visto uno y me sentí extraño, luego usted nombró la disparatada idea de que yo me quitara el cinturón, y cómo le explico, yo lo sentí algo obsceno, quizás y usted no me malentienda, tenga que ver con mi padre, mi padre, usted no lo sabe, murió hace unos años, para mi, desde ese momento, mi vida ha sido mucho más difícil. Mi madre no se puede cuidar sola así que yo vivo con ella para cuidarla. Ojo que no me quejo, me gusta, es decir, es mi madre y yo la quiero. Mi padre, le decía y perdóneme que me extienda, murió hace algunos años y yo no descanso en paz desde aquel día. Quería decirle algunas cosas antes de que eso sucediera pero me di cuenta justo cuando su muerte sucedió. He pensado muchas veces en que quería decirle que lo quería y también, más veces aún, que lo odiaba hasta el incansable desprecio y que su muerte sólo me importaba porque me privaba del desquite necesario que mis pensamientos necesitaban. Quería gritarle, sabe, y he pensado mucho en eso. Mi padre cometió el terrible acto del suicidio y como verá, las circunstancias son tan similares que me privó la mente de recursos el estar pensando tanto en cosas que habían pasado. Es como que me fui y luego usted que me pide el cinturón y yo no comprendí bien de que se trataba todo. Escúcheme Fernández, dice el inspector, cómo me va a venir con estas cosas, Fernández nota que en algún momento de tanto pensar en algo, eso estaba sucediendo. Cómo piensa usted que a mi me pueden importar todas esas porquerías, esto es una Comisaría, acá no llegamos a ese tipo de reflexiones, acá las cosas se resuelven al estilo clásico, cerradito y violento. Dos más dos, cuatro, Fernández, POR FAVOR, retírese, de ahora en más patrullero para usted, cuídese y aprenda.

Fernández sale confundido pensando qué pasó. ¿Cómo llego hasta ahí, así, de repente?. Cuándo había dejado de imaginar que lo haría y había comenzado a hacerlo. En cuanto a lo que él pudiese atestiguar sobre si mismo, estaba parado aun sobre la silla repitiendo dolorosamente los pasos, que imaginaba, había seguido su padre.

Le había parecido obsceno el acto del inspector pero cuando le había dicho que tratara de suicidarse, algo cómo de destino pareció acariciarle el pelo, algo lo motivo como diciendo, si, yo puedo hacer esto y trató de lograrlo. Por eso no había podido ver cuando el inspector se había ido y se había quedado pensando en que debería haber alguna forma de explicar por qué había sucedido lo que había sucedido, por qué esa sensación tan infantil lo había rodeado cuando preguntó y por qué yo? Y justo el inspector tuvo que hablar de su madre y explicarle que él no era ella, que por que sí, y Fernández había pensado, si supiera el inspector que justamente mi madre me decía cuando yo le preguntaba, y por que sí, porque lo digo yo. Me entiende Fernández?, le pregunta el inspector, pero entonces parece que el tiempo ha vuelto atrás, están otra vez en la habitación y el inspector espera que lo haga, que trate de suicidarse, pero Fernández no puede moverse, está pálido y por dentro aterrado, qué sucede, piensa, qué pasa conmigo; el inspector impaciente mira hacia los costados, este es pelotudo o se hace, le dice a alguien que le devuelve una mirada de afirmación. Alguien ríe al escuchar la pregunta. Se están riendo piensa Fernández, luego mueve su cuerpo torpemente, avanza hasta la silla, apoya un pie arriba, luego tomándose del respaldo de la silla, haciendo un exagerado esfuerzo sube el otro. Ya está arriba pero casi de cuclillas, qué hace? se escucha decir al inspector, y luego grita, me está tomando el pelo? Otras risas. Fernández comienza a enderezarse, tiene las piernas rígidas y sabe que en cualquier momento se va a caer. Qué pasa con mis pensamientos, piensa mientras se estira, qué pasa, luego se suelta y estira las manos, sáquese el cinturón, le gritan, se lo saca y trata pero no llega, luego más risas.

Comprando una licuadora

EMPLEADO: Lo que usted dice es absurdo.

CLIENTE: Le digo que cuando estuve acá la semana pasada la chica me dijo que era posible.

EMPLEADO: ¿Qué chica?

CLIENTE: La del pelo naranja.

EMPLEADO: ¿Ana?

CLIENTE: No sé cómo se llama.

EMPLEADO: Debe ser Ana porque sólo ella lleva el pelo naranja.

CLIENTE: Ahí lo ve, ella me dijo que era posible.

EMPLEADO: A Ana la despedimos hace tres días, no iba con el perfil de la empresa.

CLIENTE: Pero ella misma me lo dijo cuando trabajaba acá.

EMPLEADO: Si, pero por eso mismo ya no lo hace.

CLIENTE: Si, pero lo hacia y a mi me dijo que se podía.

EMPLEADO: Por ella ya no está.

CLIENTE: Si pero ella…

EMPLEADO: Ya se fue, déjela ir

CLIENTE: Pero…

EMPLEADO: Tranquilo.

CLIENTE: Es que usted no me entiende, le dije a mi señora que podríamos comprar la licuadora en cuotas, ya estamos acá.

EMPLEADO: Si pero no se puede.

CLIENTE: ¿No puede hace una excepción?

EMPLEADO: Lo siento, no puedo.

CLIENTE: Es tan cruel, necesitamos la licuadora para ser felices, no puedo explicarle a mi mujer por qué no la puedo llevar.

EMPLEADO: Dígale que a Ana la echamos, que ella es la culpable.

CLIENTE: Eso no será suficiente.

EMPLEADO: Puedo darle el teléfono de la chica.

CLIENTE: ¿Y con eso?

EMPLEADO: Puede llamarla e insultarla por inflar sueños de modo vil y traicionero.

CLIENTE: ¿No le parece demasiado?

EMPLEADO: Puede ser, pero depende de usted.

CLIENTE: ¿No sería más fácil si hiciese una excepción?

(El empleado lo toma de un hombro)

EMPLEADO: Sabe que no puedo, yo respondo órdenes como todos.

CLIENTE: Pero no tiene siquiera ese poder.

EMPLEADO: Mire, si usted deseara comprar una heladera sería otra cosa

CLIENTE: Heladera ya tenemos, una licuadora queremos.

EMPLEADO: No hay cuotas.

CLIENTE: Mi mujer va a llorar, ¿no tiene sentimientos?

EMPLEADO: No me pagan por tenerlos señor, estas horas de mi vida le pertenecen a otros.

CLIENTE: Usted no es nada.

EMPLEADO: Ya lo sé.

CLIENTE: Déme mis cuotas.

EMPLEADO: No puedo, ya se lo dije.

CLIENTE: Miente.

EMPLEADO: Puede ser.

CLIENTE: Maldito.

EMPLEADO: No me insulte.

CLIENTE: Cobarde.

EMPLEADO: No se pase.

CLIENTE: Ignorante, necio.

EMPLEADO: Mi vida es tan difícil como la suya pero no me ando yo insultándolo señor.

CLIENTE: Estúpido.

EMPLEADO: Le repito que no es el modo.

CLIENTE: Idiota.

EMPLEADO: Deje de insultarme o no respondo de mis actos.

CLIENTE: Estúpido.

EMPLEADO: Basta…

CLIENTE: Déme las cuotas.

EMPLEADO: No puedo.

CLIENTE: Invecil.

EMPLEADO: Voy a llamar a seguridad.

CLIENTE: No lo haga.

EMPLEADO: No me deja opción.

CLIENTE: ¿Me va a dar la cuotas?

EMPLEADO: No puedo, ya se lo dije como veinte veces.

CLIENTE: Egoísta.

EMPLEADO: Usted es un caprichoso, ¿No entiende lo que le digo?

CLIENTE: Malo

EMPLEADO: ¿Malo? Cómo me va decir malo?

CLIENTE: Usted es malo, debe alguien decírselo en la cara

EMPLEADO: Malo. Malo, muy bien, entonces el señor quiere sus cuotitas y como no las consigue empieza a insultar a todo el mundo como si él se mereciera que todos le dieran lo que quiere.

CLIENTE: El tono irónico no me parece el apropiado.

EMPLEADO: Ay, ahora al señor no le parece apropiado el tono irónico,

CLIENTE: Por favor…

EMPLEADO: Y pide por favor.

CLIENTE: Ya agotó el recurso,

EMPLEADO: ya agoto el… sabe qué, mi vida es difícil, yo soy escritor sabe, odio este trabajo de mierda tanto como cualquiera odia su trabajo de mierda, lo odio con toda la fuerza de mi cuerpo a la mañana al venir pero hago el esfuerzo, sabe, hago el esfuerzo natural de sentirme feliz y casi lo soy por momentos. Y aunque me cuesta, aunque hay veces en que no quiero, trato de ser amable y de dejar el asiento a la abuelitas en el colectivo, así que no venga a romperme las pelotas señor, ¿entendió?

(silencio meditativo)

CLIENTE: ¿Y que escribe?

EMPLADO: ¿Eh?

CLIENTE: ¿Que cosas escribe?

EMPLEADO: Literatura.

CLIENTE: ¿Tiene algo publicado?

EMPLEADO: Todavía no, pero tengo en mente hacerlo muy pronto.

CLIENTE: Suena a mentira, ¿eh?

EMPLEADO: Ya le dije que no hay cuotas, ¿Por qué no se larga?

CLIENTE: Tengo que esperar a mi mujer de todos modos, fue con los nenes al pelotero. Mejor que crea que tenemos la licuadora así es feliz por un rato más.

EMPLEADO: No me interesan sus cosas, retírese.

CLIENTE: Acá me estoy bien.

EMPLEADO: Haga como quiera pero córrase a un costado y deje pasar a la gente.

(mira hacia sus costados)

CLIENTE: Acá no hay nadie.

EMPLEADO: Puede venir gente en cualquier momento.

CLIENTE: Espero acá hasta que venga alguien.

EMPLEADO: El que sigue…

CLIENTE: No hay nadie acá amigo.

EMPLEADO: No me importa, deje el lugar, el que sigue…

(se corre un paso)

CLIENTE: Acá está bien?

EMPLEADO: Un poco más.

(se corre otro paso)

CLIENTE: Así que piensa publicar algo.

EMPLEADO: Si, en unos meses, ya le dije.

CLIENTE: Y… ¿Qué escribe, novelas?

EMPLEADO: Eh… no, cuentos, relatos cortos.

CLIENTE: Ah… y de qué tratan.

EMPLEADO: Ficciones, cosas de la vida.

CLIENTE: Ah…, yo leí una vez uno

EMPLEADO: ¿Uno?

CLIENTE: Si. Uno

EMPLEADO: Un que?

CLIENTE: Un libro

EMPLEADO: Ah, ¿Cuál?

CLIENTE: No me acuerdo, era uno que nos dieron en la escuela pero en realidad no lo leí, miré la película.

EMPLEADO: Ah.

Historia del kioskito más chico del mundo

El paraguayo viene cada vez peor. Me fumo uno y quedo como un invecil pero sin imaginación. Me aburro y me pongo ansioso. Recién me despierto. Traté, pero el día me interesaba un culo. No es que ahora me interesa más, pero por lo menos no entiendo nada.

Como estaba aburrido me empecé a cortar la barba con una tijera, me dejé los bigotes y la chiva, después me saqué casi toda la chiva, después me hice el bigote de Hitler y estuve hablando como un alemán por algunos segundos, me reí un poco de mi pero sin reírme de verdad, me saqué el bigote, me saqué casi toda la barba, después me empecé a cortar el pelo y cuando me di cuenta terminé rapado y afeitado.

Salí a la calle sintiéndome un pelotudo y empecé a actuar como uno. Los pelotudos abundan y son muy fáciles de imitar. Un pelotudo es, quien deja ver que es un pelotudo, y no se da cuenta.

Voy al kiosco que queda a media cuadra. Es el kiosco más chiquito del mundo. Es sólo una ventanita de 30 cm. donde apenas entra medio de costado la señora que lo atiende. Nunca le digo nada pero mientras la veo maniobrar para ir a buscar al fondo una botellita de agua me dan ganas de explicarle, por que soy un pelotudo, que nunca vi un kiosquito más chiquito que ese y cómo mierda hace para aguantarse tantas horas.

No se copó.

Me dijo que por qué no me metía en mi cosas

Y yo le respondí tirándole la plata que no se pasara de pelotuda que era sólo un comentario.

Me respondió a gritos: andate de acá, no te vendo nada.

Le pedí que me devolviera la plata.

Andate de acá o llamo a mi marido pendejo de mierda.

No es para tanto, dame la plata y no vuelvo

Empezó a gritar, Horacio, Ernesto, Rubén, algún nombre de esposo

Como en el costado de la ventanita tiene apoyadas algunas golosinas, metí la mano detrás del vidrio y me saqué unos chocolates. Se los mostré, le dije que se fuera a cagar y después me fui.

La loca seguía gritando el nombre del marido así que me apure por si las dudas.

Cuando llegué a la esquina el semáforo hizo lo de siempre y le dejo el paso a los autos. Me quedé mirando el kiosco para ver si salía alguien y ahí nomás salió la señora mirando para todos lados exaltada, buscándome. Al toque me vio y empezó a señalarme.

Había un transito bárbaro y no faltaban los pelotudos de las bocinas así que sólo la veía moverse. En eso sale de la puertita un tipo grandote con cara de pelotudo violento. Son los peores, uno los ve y sabe que hablando no va a hacerle entender nada.

Tendría mi edad así que debía ser el hijo y no el esposo o la señora se hacia acomodar muy bien por las mañanas.

El tipo empezó a señalarme y yo pensé, en esta no me quedo. Antes muerto. Cruzando viene un auto gris de esos europeos como el auto fantástico, me meto en el medio y clava los frenos. Bocinas, puteadas. Escucho que el de atrás lo choca. Ya estoy mandado así que sigo, esquivo por atrás un colectivo y después un auto ya frenado. Corro hacia la otra esquina escuchando como me patean desde todos lados.

Me doy vuelta y atrás está el grandote haciéndome señas. Cruzo otra vez y en la esquina atropello a una viejita que viene del supermercado y la tiro a la mierda. Las bolsas caen, un paquete de acelga rueda por el piso, un leche explota y me salpica las piernas. Freno dándome cuenta de la pelotudes que acabo de hacer y veo otra vez al invecil inmenso que me persigue, le hablo a Dios para que comprenda, y corro como puedo.

Hace calor y el sol me parte la cabeza. Tendría que haber desayunado antes de fumar, ahora no tengo ni fuerzas. El gordo es lento pero constante, le llevo como 20 metros pero no se cansa. Pasando la mitad de la cuadra bajo a la calle. Para no atropellarme, un chavon en bicicleta clava los frenos y por la inercia se da los huevos contra el manubrio. Me putea, pero por el dolor, en la voz, se le filtra el aire. Corro junto a los autos para no chocarme con nadie más.

Cruzo la calle y escucho los bocinazos, miro al ciclista para ver que hace pero apenas se puede mover. Se agarra con las dos manos los huevos y dejó caer la bicicleta al piso. El gordo se mueve inquieto detrás de los autos que pasan. Quiere agarrarme. Ya estoy del otro lado así que comienzo a correr. En la esquina doblo y sigo corriendo, la calle está casi vacía así que voy por ahí. En la otra esquina vuelvo a doblar y también en la otra. Freno y miro para atrás cuando siento que ya no puedo más y no veo al gordo por ninguna parte.

No está por suerte.

Siento una burbuja dentro de la cabeza. Seca la garganta..

Miro mi mano derecha y está cerrada en un puño.

Cuando la abro veo los chocolatines todos aplastados hechos mierda. Me siento un PELOTUDO. El kiosco queda a veinte metros de mi casa. ¿Cómo voy a volver? Encima me corté el pelo. Que pelotudo.

La revolución es "sólo" un sueño eterno

Yo no digo que esté bien.
No siento que los demás vayan a darme la razón ni por un momento.
Pero hay que ir para adelante.
Aunque sea con los ojos cerrados.
Una vez me tomé un taxi y el tipo me contó que había vivido en Suecia por diez años. Le pregunté por qué se había vuelto y me dijo que allá tienen ocho meses de invierno, casi sin horas de luz.
Me contó que se había ido porque durante los años 70 era del gremio de periodistas. Que una vez habian tomado de rehen al editor del diario Clarin para que cambiara una tapa.
Yo nunca iba solo, me decía, iba siempre con los muchachos para que me escuchen, pero eso si, ibamos tranquilos. Aquella vez tumbamos al ministro de algo, me dijo, lo tuvimos toda la noche encerrado en su oficina diciendole que o salía lo que nosotros decíamos o no salía nada.
Mientras me contaba esto traté de imaginarme qué podía significar para algunas personas pelear por lo que pensaban, aun si esa pelea los enfrentaba con alguien más poderoso.
Todo esto lo pensaba porque ahora no hago más que bajar la cabeza preguntandome por qué carajo tengo esta fuerza bruta dentro mío que me hace tener más ganas de mandar a la mierda a la autoridad que respetarla.
Me extraña tambien, de esta sensación (el otro día en el trabajo el encargado de que yo no me queje, le pagan para lograr eso quizas con lo que a mi me roban, me dijo que yo tenía un problema con la autoridad, claro pensé yo, siempre que la autoridad sea injusta) ver que el resto de las personas están dormidas, temerosas, incapaces de accionar, como si la acción misma no nos perteneciera.
Yo no cambio nada, eso es obvio, soy un gil más que acepta. Pero me pregunto por la fuerza que desafía las otras fuerzas, me pregunto por eso aunque despues sienta que no puedo hacer nada.

Con algo hay que empezar

No sé si hay que pedir permiso. Por las dudas no lo estoy haciendo.
Siempre fuí bastante bruto.
Me pasa que como no sé qué camino seguir, muchas veces arranco llevado por mi fuerza, pero en cualquier direccion.
Casi cualquier cosa es meojr que pedir permiso. Mi viejo nos hacía peir permiso para todo. Permiso para levantarse de la mesa, para abrir la heladera, para ir a acostarnos, para levantarnos, para contestar, para sonreir.
AY, los padres. Los mios.
Todo le pertenecía a ellos.
Por eso me fuí un día.
Ya estaba cansado.
O me dejaron ir.
Quizás esta última opción sea más real. Un día ya no estaban. Ellos tampoco me pidieron permiso.
Se fueron. Son cosas que pasan.

Durante muchos años soñé con ser escritor pero la verdad, no entiendo muy bien de qué va la cosa.
Ahora me vengo a dar cuenta que es más dificl de lo que yo pensaba, no escribir, sino narrar, contar historias y todo eso.
Estoy abierto a ver que pasa, ojala algunos me acompañen.