lunes, 7 de junio de 2010

Tensión el alza

La clase no era peor que cualquiera de las otras de los últimos seis meses. Ese no era el problema.
Cuando, después de 40 minutos ininterrumpidos de falta de atención, levantó las patas delanteras del escritorio y grito –callensé pendejos de mierda- el silencio que se hizo lo aturdió tanto que extrañó el ruido.
La primera en levantarse fue Silvana Swertein, que salió del curso llorando. Detrás de ella salió Micaela Lorenzo, que le dedicó una mirada cargada de especial desprecio. Emiliano pensó por un momento que esto le valdría una sanción disciplinaria pero no le importó demasiado. La mirada de Micaela y también la que ya mostraban sus otros alumnos le hizo sentirse incómodo. Durante los últimos 40 minutos había estado tratando de explicar el principio de incertidumbre de la física quántica. No era, sin duda, un colegio para enseñar eso.
-Alguien más necesita salir a llorar?
Los alumnos continuaron en silencio.
-Muy bien, dejé en la fotocopiadora diez preguntas sobre lo que en la clase de hoy estuve explicando, tienen que responderla para la semana que viene.
Del fondo se escuchó.
-Esto es una mierda-
Una ristra de risas se desplegó entre los bancos, como la onda expansiva de una bomba. Pero duró apenas unos segundos.
-¿Quién dijo eso?-
Silencio. Algunos miraban para el costado.
-Mucha mierda- Otra vez la misma voz pero nadie se rió ahora.
Emiliano avanzó unos pasos entre los bancos.
-Marquez,¿hay algo que me quieras decir? Gritó Emiliano.
-Yo no dije nada profesor-
Lo miró fijo por unos segundos. Marquez era uno de los problemáticos pero no era desafiante. Era difícil que él hubiese sido pero Emiliano estaba tratando de evitar quedar como un imbecil.
-Miren chicos, acá se viene a aprender…-
-Pura mierda- Le interrumpió otra vez la voz. Los labios de Marquez no se habían movido pero la voz venía de ese lugar más o menos
-Basta, ¿Quién está hablando? Marquez, Morreli, Mattos, Garceti, todos de pie.-
Garceti, que medía como dos metros, se paró quejándose. –¿Yo porqué profesor?, si no dije nada.
-Silencio. Los cuatro para la dirección.
Marquez desde su banco.
-Nosotros no fuimos.
-Bueno, entonces ¿Quién fue?
-Nadie profesor.- dijo Mattos.
-En cualquier momento va a sonar el timbre. Les sugiero, que si quieren aprobar mi materia, la corten con las pelotudeses y empiecen a prestar atención.-
-Ah, pero vos sos un pelotudo de categoría.- Otra vez la voz, pero ninguno de los cuatro, que ahora permanecía de pie había hablado.
-Bastaaa- Emiliano sintió que estaba al límite de su paciencia. Camino hasta el fondo del salón, unos siete u ocho metros.
-¿Quién es el cagón que se esconde y habla?
Los alumnos permanecieron en silencio. Las chicas lo miraban con la boca abierta y los ojos brillosos. Parecían disfrutar de lo que pasaba.
Emiliano volvió a gritar, mirando con ojos vidriosos a sus alumnos.
-¿Quién es el cagón que habla sin dar la cara?
-¿Qué le pasa profesor, cómo nos va a hablar así?
Emiliano se dio vuelta, ágil como un boxeador encerrado. La que hablaba era Carolina Muñiz, quizás la única buena alumna según su criterio. No era muy inteligente pero si aplicada, si respetuosa, si llena de interés.
Emiliano respiró antes de contestarle. Se pasó la mano por el pelo y se acomodó el mechón de pelo hacia atrás. Respiró. Se estaba yendo al carajo y no se había dado cuenta. A esta altura era muy posible que incluso, en el salón de al lado lo hubiesen escuchado. Las grandes ventanas, los techos altos, ahora todo le parecía potenciar sus gritos. Pensaba en esto cuando escucho de algún lugar a su izquierda, una voz aguda y deformada, que decía veloz.
-Pu to-
La tensión inundó el salón. Los ojos de Carolina lo miraban fijo, le pedían que se serenara. Emiliano la observó durante segundos, mientras su sangre fluía cada vez más fuerte y más pesada. Después, sólo segundos después, una risita, y otra, incluso los ojos de Carolina parecieron reírse un poquito. Entonces, ciego, con la mano derecha, tanteo uno de los pupitres y agarrandolo como pudo lo levantó y lo tiró contra la pared del fondo. Era el pupitre de Enrique, un alumno gordito y dulce que después de un grito agudo se cubrió la cara con las manos.
Emiliano se deformó por completo. Las cejas contraídas, las venas en la garganta a punto de explotar
-¿Quién es el gracioso, Quién?- Gritó con saliva colgando de los labios. Pero nadie iba a contestarle. Mientras, por dentro, todos se reían de él. ¿Qué le pasaba? Pero los ojos despiertos de todos esos pibes lo juzgaban, lo superaban. Ya van a ver, pensó.
Primero se fue contra Garceti, que se había vuelto a sentar, porque era el más grande de todos. Lo pateó arriba de la rodilla. Garceti trató de pararse pero la patada había dado justo en la articulación. En lugar de eso, se desplomó por el piso. Justo para arremeterlo, calculó Emiliano, y lo pateo a la altura de la oreja.
-¿Quien?- Gritó otra vez mientras con las manos invitaba desafiante al que quisiera enfrentarlo.
Las chicas comenzaron a gritar y correr hacia fuera del salón.
Emiliano avanzó en dirección a Marquez. Desde el segundo día había querido poder pegarle una linda paliza. Atrevido. Eso era un atrevido. Huarque gritó, justo antes de que una mano rápida le pegara en el labio y lo tirara sobre Mattos.
-¿Quién?-, volvió a gritar.
Los chicos trataban de correr fuera de los pupitres, pero como las sillas estaban soldadas ninguno hacía tiempo suficiente. Emiliano se entretuvo pegando hacia un lado y otro durante unos minutos hasta que alguien, una de las chicas, le tiró una cartuchera. En segundos le llovieron otras. Se dio vuelta justo antes de que le llegara la primer carpeta. Justo en un ojo. Luego otra. Alguno, quizás Mattos, le pegó un sillazo. Su hermano mayor siempre le había dicho que a la hora de una lucha, cualquier cosa que equipare la batalla está permitida. Y eso fue casi todo. Garceti ya se había incorporado y aunque lloraba le estaba dando con todo.
Cuando sonó el timbre los alumnos lo seguían golpeando. Eran al menos veinte, entre chicas y chicos.

3 comentarios:

  1. Esta de mas decir que el clima de tension se sintio. en mi, comenzo con la tercera interrupcion del no tan osado alumno. parte de la lectura que provoco la abertura exagerada de mis ojos y boca. y que se mantuvo lo suficiente como para no encontrar en ellos vestigios de humedad al final del relato.
    Aunque no lo vea muy alejado de la realidad, es un relato bastante violento para mi

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  2. me hizo acordar a una maestra que tuve en 4to grado. nos hizo las mil y una, no creo que haya nadie de mis compañeros del colegio que no la recordemos al día de hoy. Magda. Magdalena se llamaba, y qué nombre ligó la guacha! Pero nuestra resolución fue distinta (aunque soportamos cosas muy similares: el puntero chirriando en el pizarrón hasta aturdirnos y hacernos mierda los dientes; las tiradas de orejas a lo siglo XVIII,y la tortura psicológica, terrible!! -además de la amenaza constante). Decidimos unirnos (pibes de 10 años) hablamos con los viejos, los viejos con la directora, la directora con nosotros nuevamente; y como un cuento kafkiano, la encerramos en el salón de acto, una silla en el medio, ella sentada en la silla y nosotrso (sus alumnos) todos alrededor, en círculo. La rodeamos, la cercamos, le dijimos tantas cosas (y los padres no estaban presentes, sólo nosotros) hasta que la hicimos quebrar. Lloraba como una nena. Nosotros parecíamos los padres que la habíamos retado y ahora no podíamos vencernos frente a su quiebre. Nos pidió perdón, nos dijo que no sabía cómo contener tanta angustia, que la vida la trataba para la mierda. Entonces todos le dijimos que siempre habia otras formas y que sin duda la entendíamos, podíamos hacerlo. Y la perdonamos. Cuando terminó el año nos fuimos todos a baires con ella. Después la re quisimos.. y ella a nosotros. Nosotros la ayudamos a ver otra cosa.
    Me hizo acordar a eso. Me dio lástima el profe. Cuánto dolor habría no para no poder tratar a los "otros" como un "nosotros"?
    Beso. Me dejó eso.
    Noe

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  3. me re gustó, el loco desquició, los pibes se la devolvieron, ja... muy violento, muy bueno
    saludos
    ceci

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