martes, 19 de enero de 2010

Ella sueña

Por qué cuando se le pregunta en que piensa, no responde, no responde por largos segundos, mira distraída lo que está haciendo, actúa, lo nota en el gesto exagerado, en la innecesaria atención que pone a sus manos.
Antes dormían y él soñaba y ella lo despertó. Dijo su nombre, lo llamó, Ernesto, mientras aun dormía. Luego cuando él exaltado se despertó, con un gusto a temor en la boca, ella casi despierta fingió estar dormida.
La habitación es amplia, frente a la cama, la alta puerta de vidrios deja entrar la luz pálida, satelital, selénica. Busca él entonces sus ojos, busca saber si está atenta, se inclina un poco para poder observar y ella apenas se mueve y su cabello enmarañado le cubre la mirada, la oculta.
Me llamaste, le repite casi en un susurro, incapaz de saber si lo soñó, entonces ella parece levemente intranquila, finge pero es casi un destello, algo insignificante en el modo en que lleva la mano a su rostro, una tensión exagerada de los músculos, la premeditación total del acto. Sabía entonces que movería el brazo, sabia entonces que él hablaba y demora la respuesta. ¿Por qué?
Me despertaste, dice Ernesto molesto pero sin perder el gesto, la postura, casi dulce. Entre dormido, entonces, la escucha largar débilmente el aire, puede sentir incluso su relajarse, sus tibias piernas, suaves, largas, cruzarle la cintura, aferrarse a él, su mano deslizarse suavemente por entre los pelo de su pecho, su aliento espumoso, pálido, húmedo, entonces murmulla en su oído, Estaba dormida, y luego ella desparece, recostada sobre él, desaparece, duerme o simula, ya no hablara hasta mañana, no ha sido para tanto.
Entonces Ernesto tratara de descansar nuevamente. Pensará en el sueño que soñaba antes de despertar. Es difícil la tarea. Recuerda cierta sensación placentera, imagina que su malestar se debe precisamente a eso, a la interrupción de un delicioso sueño. Ahora ella respira más profundamente, debe estar dormida, ahora sí su relajación es total, su peso, marmóreo. Imposible recordar el sueño.¿Por qué pensar si realmente la ama? ?Por qué la imprecisada necesidad de estarse quieto, de no perturbar su frágil sueño?
Entonces contar los minutos, respirar despacio, pensar en los temores que nos acechan, en nuestra quietud, mientras todo lo otro sigue, incontrolable. Piensa Ernesto ¿Soy otra cosa que un desagradecido?
Y más quietud habrá hasta que por fin él se mueva, hasta que sienta dolor en la zona donde ella apoya su cuerpo, entumecidas piernas donde antes las frágiles piernas se posaron. Ella ignorará casi el acto, cobrará de inmediato una postura más o casi tan cómoda como la anterior. Luego respirara profundamente algunas veces y una agitación tenue corromperá la paz que posee. Algo la perturba, piensa Ernesto lleno de temores mientras la observa, piensa después que es a él a quien algo lo perturba, le dará la espalda, cruzará su brazo por debajo de la almohada y cerrará fuertemente los ojos hasta dormir.

2 comentarios:

  1. Este texto no tiene sentido, no me divirtió en lo más mínimo, casi como una ensaladas de lechuchas varias y sin sal

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  2. me gustó, muy real, la incertidumbre, las dudas, la cama...

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