sábado, 16 de enero de 2010

En busca del paraguayito escondido

Mike se fue a Norteamérica hace al menos un mes, de vacaciones, a tolerar a su familia.
Desde que se fue, con más y menos determinación, busqué infructuosamente el porro que sabía en algún lado había dejado escondido. No digo, miré un toque en sus cajones para ver si lo encontraba, digo, revise cuidadosamente cada uno de los bolsos donde guardó su ropa y no conforme, días después, saqué cada una de sus prendas y miré y rebusque en cada uno de sus bolsillos. Y sin embargo, nada.
Nada de nada y encima yo sabía que por ahí lo había escondido.
Mike es un ser humano de esos a los que les gusta coleccionar todo, como si la basura cobrara valor en sus manos y así tiene pilas y pilas del Buenos Aires Herald que nunca relee pero que sin embargo siempre guarda. Hasta tiene un cajón de manzanas donde guarda los frascos de Nescafé ya vacíos y sin limpiar. ¡Es increíble!, si uno lo piensa por un segundo, ¡usa un cajón de verduras que no es otra cosa que basura para guardar frascos vacíos y sucios que son, es obvio, también basura y así se acumulan sus cosas!
En cuanto a su ropa, tiene por lo menos 25 pantalones, y como hace ya años dejó de crecer, algunos tienen más de diez años. Así que cuatro bolsillos por pantalón, más las treinta camisas, más las camperas, más las camperitas, durante días no hice otra cosa por las madrugadas que hurgar y hurgar en busca del porrro escondido. Y sin embargo nada.
El otro día lo hablábamos con Juan, en algún lado debe estar y estando los dos manijas lo tuve que convencer de que yo ya había buscado. Hacia días ya que me había dado por vencido, días en que ya ni me molesté en seguir buscando.
Hace un rato llegué a casa con ganas de fumar. Son las seis de la mañana y vengo de tomar unos tragos con Vicky y Majo. El cielo está cerrado y parece que este sábado va a llover, soplar vientos y también volar techos. Sé que no hay posibilidades de encontrarlo y medio borracho como estoy, rasco el picachu para que largue cualquier restito pero apenas caen miguitas. Me siento un segundo frente a la compu y después, impulsado por el deseo, me levanto y camino hacia ese costado de la casa donde siempre terminan las porquerías y la basura que no tiramos. Ese, es el Reino de Mike. Maravilloso, lleno de cámaras de bicicletas, por lo menos hay ocho, maderas que levantó de la basura, alguna puerta de alacena que también trajo de la calle, sus pilas de diarios viejos, partes de bicicleta, bolsas y un cenicero lleno de filtros de fasitos bien finitos. Pobre, cuando lo veo llegar con partes de camas o troncos viejos me imagino que él no se da cuenta que en el tercer mundo nadie sale y encuentra una heladera en la basura. Sin embargo, como humano que es, fiel a sus hábitos, ha completado y repletado la casa con carreteles de cable con la promesa de hacer una mesa o el esqueleto de un placard de destino aún incierto.
El Reino de Mike siempre está desordenado pero prolijo. Lo reviso en la oscuridad sin ninguna esperanza. Agarro un bolso que creo haber revisado y en medio de la penumbra meto mis manos en los múltiples bolsillos que tiene. No puedo dejar de imaginar que en alguno voy a encontrar una cucaracha o algún pañuelo usado. Es el karma de la vida quien hace ese tipo de cosas y soy yo quien las imagina cuando hace lo que no debe. Busco y busco, parece que el bolso tiene un numero infinito de bolsillos. Seguro que es yanqui, es el tipo de cosas que sólo pueden hacerse en el primer mundo, un bolsillo con otro dentro, con un cierre y dentro de ese, uno bien chiquito con abrojo. Creo que si busco con paciencia es porque estoy borracho y sé que me da lo mismo seguir buscando que irme a sentar otra vez frente a la compu, sigo, un bolsillo más, doy vuelta el bolso, otro bolsillo, luego otro y luego, luego, apreto y ahí hay algo. Lo sé, está lo que busco.
Ahora estoy sentado en la compu pensando si tiene sentido fumarme un porro a esta hora. Como dije, son más de las seis, está a punto de llover.
No dejo de pensar que es extraño haberlo encontrado. Ya me había rendido.
Por eso siento felicidad, un tanto por poder fumarmelo, y el otro porque creo que es evidente que la vida me acaba de guiñar un ojo.
El cielo está extrañamente anaranjado, como si en vez de amanecer, atardeciera.
Estoy listo para fumarme el porro prometido.

3 comentarios:

  1. Super, Man ! me gustó, tiene un suspenso muy interesante. bien ahi! Che, esto es lo que no entendí: "Es el karma de la vida quien hace este tipo de cosas y soy yo quien las imagina cuando hace lo que no debe". Se me perdieron las personas gramaticales, no sé de quién se dice esto. El karma de Mike?
    Muy buen relato Brian.

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  2. Así que así terminó tu noche/madrugada?? Hubieras avisado y de última, te ayudábamos con esta bizarra búsqueda del tesoro.. lindo tesoro, espero que lo hayas disfrutado después de la incansablé búsqueda..
    Besos y felciitaciones, de verdad, con la escritura deleitás ;)

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  3. 'nunca va a encontrar una heladera en la basura del tercer mundo' jajajaja, yo una vez encontre un sillon (pero anda a saber la de pulgas o bacterias que tenia)

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